Apogeo y caída del Imperio Romano


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Tras el asesinato de César, la dinastía Julia-Claudia gobernó el poderoso Imperio con Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. La locura de Calígula no tuvo consecuencias, pero la de Nerón provocó una guerra civil ganada por Vespasiano que inauguró la dinastía Flavia en 70 con él mismo y sus hijos Tito, un modelo de soldado y de hombre que asumió el mando en 79 pero murió dos años después y al que sucedió su hermano Domiciano, un canalla sin escrúpulos que fue asesinado por sus propios funcionarios.

El Senado nombró entonces emperador al honesto Nerva, que tuvo el buen sentido de elegir al español Trajano para sucederle. Trajano fue el más grande soldado romano tras César y tuvo además el acierto de elegir a Adriano, otro español, para sucederle. Durante los años de Trajano y Adriano el Imperio Romano conoció el cenit de su grandeza. Jamás Roma había sido tan grande y tan poderosa. Cincuenta millones de personas vivían en lo que los ciudadanos romanos creían que era el paraíso. Adriano eligió sucesor a Antonino, otro buen emperador que hizo de la virtud y la honradez su sello personal hasta el punto de pasar a la Historia como Antonino Pío (el piadoso). Antonino eligió a Marco Aurelio, un filósofo español al que Adriano tenía en gran estima y que tuvo la mala suerte de tener que pasar su reinado combatiendo contra los germanos. Marco Aurelio fue el último de los grandes emperadores, un hombre honesto y culto que sólo tuvo un fallo en su vida: tener un hijo como Cómodo.