El Cisma de Occidente, también conocido como Gran Cisma de Occidente (distinto del Gran Cisma de Oriente y Occidente, a menudo llamado simplemente Gran Cisma) es el período de la historia de la Iglesia Católica en que varios Papas (hasta tres) se disputaron la autoridad pontificia (1378–1417).
El Gran Cisma de Occidente se debió principalmente a la rivalidad entre los cardenales franceses y los italianos; cada partido quería un Papa de su respectiva nación. Así se llegó a establecer el doble papado, uno en Roma y otro en Aviñón, opuestos entre si, que dividieron la cristiandad en occidente, ocasionando un profundo descontento en la Iglesia.
A la muerte de Gregorio XI, se reunieron los cardenales residentes en Roma sin esperar a los ausentes; eran 11 franceses, 4 italianos y un español. El pueblo romano se reunió en la plaza vaticana pidiendo un Papa romano. En la mañana del 8 de abril, los cardenales eligieron un italiano, que tomó el nombre de Urbano VI. Diez días después los cardenales asistieron a la coronación y prestaron obediencia al nuevo Papa. Muy pronto el carácter intemperante de Urbano VI con los cardenales, el disgusto de muchos de estos porque el Papa no quería volver a Aviñón y los apremiantes requerimientos del rey de Francia crearon una situación peligrosa que terminó en cisma.
El Gran Cisma de Occidente se debió principalmente a la rivalidad entre los cardenales franceses y los italianos; cada partido quería un Papa de su respectiva nación. Así se llegó a establecer el doble papado, uno en Roma y otro en Aviñón, opuestos entre si, que dividieron la cristiandad en occidente, ocasionando un profundo descontento en la Iglesia.
A la muerte de Gregorio XI, se reunieron los cardenales residentes en Roma sin esperar a los ausentes; eran 11 franceses, 4 italianos y un español. El pueblo romano se reunió en la plaza vaticana pidiendo un Papa romano. En la mañana del 8 de abril, los cardenales eligieron un italiano, que tomó el nombre de Urbano VI. Diez días después los cardenales asistieron a la coronación y prestaron obediencia al nuevo Papa. Muy pronto el carácter intemperante de Urbano VI con los cardenales, el disgusto de muchos de estos porque el Papa no quería volver a Aviñón y los apremiantes requerimientos del rey de Francia crearon una situación peligrosa que terminó en cisma.