Jean Louis Burckhardt
Jean Louis Burckhardt |
Jean Louis Burckhardt nació en Lausana,
Suiza, el 24 de noviembre de 1784, y murió en El Cairo, Egipto, el 15 de
octubre de 1817. Fue un explorador suizo, profundo conocedor de la lengua árabe
y de la religión islámica que, haciéndose pasar por un mercader árabe, viajó
por el Oriente Próximo y Nubia.
Fue el europeo que redescubrió
las ruinas de Petra en 1812, la antigua capital de los nabateos, siendo también
uno de los primeros europeos que conocieron La Meca y Medina. Además descubrió
los templos del faraón Ramsés II y Nefertari en Abu Simbel, Nubia.
Se convirtió al islam, tomando el
nombre de Ibrahim ibn Abdullah.
Sus viajes
Después de estudiar en Leipzig y
en la Universidad de Gotinga, visitó Inglaterra en el verano de 1806 con una
carta de presentación del naturalista Johann Friedrich Blumenbach para Sir
Joseph Banks que, junto a los demás miembros de la African Association,
organización cuyo objetivo era mejorar el conocimiento de la geografía
africana, aceptaron su oferta para poner en marcha una expedición dirigida a
descubrir la fuente del río Níger. Una vez aceptada, Burckhardt planeaba viajar
a Oriente con el fin de estudiar el árabe, en la creencia de que su viaje por
África se vería facilitado si era aceptado como musulmán. Como preparación,
Burckhardt estudió la lengua árabe en la Universidad de Cambridge, y se preparó
de forma rigurosa para su carrera como explorador, para lo que se dedicó a
vagar por el campo sin ninguna protección contra el sol, con la cabeza
descubierta, durante una ola de calor, subsistiendo solo con verduras y agua y
durmiendo al raso.
Burckhardt abandonó Inglaterra en
marzo de 1809 en dirección a Malta, desde donde se dirigió en otoño a Alepo, en
Siria, a fin de perfeccionar su árabe y estudiar las leyes islámicas. A fin de
obtener un mejor conocimiento de la vida oriental, se hizo pasar por musulmán y
tomó el nombre de Jeque Ibrahim Ibn Abdallah. Existen indicios de que su
conversión al Islam pudo haber sido sincera, aunque su familia negó este hecho.
Permaneció dos años y medio en la
ciudad Siria de Alepo para aprender las peculiaridades dialécticas del árabe.
Desde esta ciudad efectuó viajes para conocer a los beduinos del desierto, con
los que a veces convivía durante meses. En estas excursiones visitó Palmira e
hizo un viaje por las ciudades de la Decápolis. Fue allí donde se enteró de la
existencia de una ciudad abandonada que los árabes creían obra de los
encantamientos malignos de un gran mago llamado Faraón. Sólo algunas tribus de
beduinos utilizaban estacionalmente las tumbas como morada y ponían un especial
empeño en desalentar las visitas imprevistas.
Burckhardt dedujo que aquella
ciudad podría ser la que la Biblia menciona como Sela, "Petra" en
latín. Según la Biblia, ése fue el lugar donde fue enterrado Aarón, el hermano
de Moisés. El explorador supuso que si era capaz de encontrar esa tumba,
encontraría Petra. Contrató un guía para que lo llevase hasta la sepultura de
Aarón, también venerado por los musulmanes, a fin de ofrecerle un sacrificio.
El explorador suizo descendió por la margen oriental del Jordán hasta el sur
del mar Muerto. Siguió al guía hasta una pared de piedra aparentemente sólida que,
conforme se acercaban, mostraba una reducida y profunda hendidura por la que se
internaron. Tras atravesar ese desfiladero, Burckhardt se topó con la fachada
rojiza de un elaborado edificio de 30 metros de altura cincelado delicadamente
en la roca. Maravillado, caminó un poco más para encontrarse en la calle
principal de lo que identificó correctamente como Petra, la capital perdida de
la Arabia Pétrea, un lugar no hollado por los europeos desde el siglo XII.
Hubo de reprimir su emoción
mientras contemplaba las elaboradas fachadas de las tumbas excavadas en la roca
y los fascinantes restos de la legendaria ciudad. Si sus acompañantes hubieran
sospechado que se trataba de un occidental, su vida habría corrido peligro así
que, pretextando necesidades fisiológicas urgentes, se alejó de sus
acompañantes beduinos y en cuclillas y cubierto por su manto, logró escribir
las notas que luego le servirían para elaborar un informe a sus patrocinadores
londinenses.
Burckhardt no logró llegar a la
tumba de Aarón. Su guía, receloso de sus intenciones, se negó a continuar
viaje. Pero su misión estaba cumplida. Había descubierto una ciudad antigua
erigida en un anfiteatro natural y perdida durante un milenio.
La carrera de cualquier
explorador hubiera quedado ya satisfecha con semejante descubrimiento. Pero
Burckhardt aún tenía muchos kilómetros por recorrer. Después de visitar Petra
llegó a El Cairo, desde donde realizó dos visitas a Nubia.
La primera de ellas fue a través
del desierto de Nubia, principalmente en camello, con una caravana de beduinos.
En el camino fue capturado por una hostil Kashif, quien estaba borracho y
quería decapitarlo. Burckhardt escapó y
más tarde llegó a descubrir el templo enterrado de Abu Simbel: "Me
encontré con lo que es aún visible de cuatro inmensas estatuas colosales
talladas en la roca ... se paran en un hueco profundo excavado en la montaña;
pero es muy de lamentar que están casi completamente enterrados bajo las
arenas, que son sopladas aquí abajo en torrentes. Toda la cabeza y parte del
pecho y los brazos de una de las estatuas, todavía están por encima de la
superficie, la otra casi ninguna parte es visible, la cabeza está rota, y el
cuerpo cubierto de arena por encima de la hombros; de las otras dos sólo los
gorros aparecen ... La cabeza, que está por encima de la superficie tiene un
rostro juvenil, expresivo, se acerca más al modelo griego de la belleza, que la
de cualquier figura egipcia que he visto ... "Louis registró en su
cuaderno en la tiempo.
En la segunda expedición a través
del desierto de Nubia llegó a Suakin, en el mar Rojo, donde embarcó para
Arabia. En agosto de 1814 llega a Yedda y escondido tras su identidad
musulmana, participó en la peregrinación a La Meca sin despertar sospechas,
anticipándose en varios años a Richard Burton en tan peligrosa hazaña (es
necesario recordar que antes de Burckhardt el español Domingo Badía, más
conocido como Alí Bey, espía al servicio de Godoy, había llegado hasta estas
ciudades prohibidas a los infieles, hecho que Burckhardt reconocía a regañadientes).
El viaje había hecho mella en su
salud y se quedó allí por un tiempo recuperándose de una fiebre desagradable.
Finalmente partió de regreso hacia El Cairo, parando peligrosamente en la
ciudad de Yembo, donde la gente estaba muriendo a su alrededor por una plaga,
antes de apresurarse a su destino.
A su regreso a El Cairo,
Burckhardt se dio cuenta de que cada vez más europeos venían a Egipto a hacer
fama. Conoció a Henry Sal, el cónsul británico, Giovanni Belzoni, el famoso
ingeniero y explorador, y John William Bankes, quien también viajó por el Nilo
a Nubia.
La plaga finalmente golpeó El
Cairo y en la primavera de 1816, para huir de la epidemia de peste que azotaba
a El Cairo, viajó al Sinaí. Una vez más, optó por los beduinos como compañeros de
viaje, un grupo que estaba empezando a admirar por su estilo de vida sencillo y
honesto. Siguió los pasos de Moisés, y también visitó el Monasterio de Santa
Catalina.
A su regreso supo que una
caravana procedente de La Meca se disponía a ir a Fezzan y Tombuctú. Creyó que
había llegado al fin el momento de terminar con éxito el viaje que había
empezado en Malta ocho años antes, pero sus problemas de salud empeoraron y
falleció de disentería a los treinta y tres años en octubre de 1817. El
explorador está enterrado en el cementerio musulmán de El Cairo y la lápida que
cubre sus restos lleva el nombre árabe que escogió para su doble vida.
Fuentes:
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