Luego del Gran Cisma la porción occidental de la cristiandad se mantuvo obediente al Patriarca de Roma, bajo la denominación de Iglesia Católica Apostólica Romana.
Pero durante el siglo XVI, varios religiosos, pensadores y políticos intentaron provocar un cambio profundo y generalizado en los usos y costumbres de la Iglesia Católica en la Europa Occidental, especialmente con respecto a las pretensiones papales de dominio sobre toda la cristiandad.
Había una gran crisis en la Iglesia Católica debido a los numerosos problemas de corrupción eclesiástica y falta de piedad religiosa. A esto se sumó la venta de indulgencias para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro en Roma.
La crisis provocó finalmente que la cristiandad occidental se dividiese en dos, una liderada por la Iglesia Católica Romana, que tras el Concilio de Trento (1545 a 1563) se reivindicó a sí misma como la única heredera válida de la cristiandad occidental expulsando cualquier disidencia y sujetándose por completo al dominio del Papa, y otra mitad que fundó varias comunidades eclesiales propias, generalmente de carácter nacional para, en su mayoría, rechazar la herencia cristiana medieval y buscar la restauración de un cristianismo primitivo idealizado. Esto dio lugar a que Europa quedara dividida entre una serie de países que reconocían al Papa, como supremo y único jefe de la Iglesia Católica, y los países que rechazaban las pretensiones de Roma y que recibieron el nombre de protestantes. Dicha división provocó una serie de guerras religiosas en Europa. Esta división recibe el nombre de Cisma de Occidente.
El fundador de la Reforma protestante fue el monje católico alemán Martín Lutero, quien ingresa en 1507 en la orden religiosa de los agustinos. Al principio, la Iglesia Católica no dio demasiada importancia a las ideas de Lutero, ni a sus ataques contra la doctrina de salvación por las obras, pero muy pronto tuvo que reaccionar ante las noticias que llegaban de Alemania, de que gran parte de la gente estaba desafiando el dominio de la Roma papal.
Si bien con anterioridad a Martín Lutero hubo otros precursores del movimiento protestante, que mostraron su desacuerdo en diversas doctrinas de la Iglesia católica, como John Wycliffe en Inglaterra en el siglo XIV o Jan Hus en Bohemia a comienzos del siglo XV, la creación de la imprenta favoreció la rápida expansión de las ideas de Martín Lutero y otros reformadores.
En el siglo XVI, los seguidores de Martín Lutero establecieron las Iglesias protestantes. Iglesias reformadas fueron establecidas en Suiza por Juan Calvino y otros reformadores más radicales como Ulrico Zuinglio, Thomas Cranmer reformó la Iglesia de Inglaterra y más tarde John Knox estableció una comunión Calvinista más radical en la Iglesia de Escocia.
Las iglesias surgidas de la Reforma, se han dividido y subdividido varias veces. Pese a no existir unas doctrinas protestantes uniformes, las doctrinas de Sola scriptura y Sola fide son creencias comunes. Sola scriptura sostiene que la Biblia, en lugar de las tradiciones o interpretaciones eclesiásticas es la fuente final de autoridad para todos los cristianos. Sola fide mantiene que la salvación proviene sólo por la fe en Jesucristo, en lugar de a través de las buenas obras. Las Iglesias Protestantes generalmente rechazan las doctrinas católicas y ortodoxas de la sucesión apostólica y el ministerio sacramental del clero.
Un caso especial lo constituye la separación de la Iglesia de Inglaterra. En 1536, cuando Enrique VIII de Inglaterra solicitara al Papa Clemente VII que declarara nulo su matrimonio con Catalina de Aragón, al ser rechazado el pedido por el Papa, el monarca decidió emancipar a la Iglesia Anglicana de la Iglesia Católica Romana y se autoproclamó Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra. Enrique mantuvo una fuerte preferencia por la liturgia católico-romana tradicional durante su reinado, los reformadores protestantes no pudieron realizar prácticamente ningún avance en las doctrinas y prácticas de la Iglesia de Inglaterra bajo su mandato. Pero bajo el gobierno de su hijo, Eduardo VI (1547 - 1553), la iglesia si llego a ser teológicamente protestante aunque fuese solo hasta retornar a la Iglesia Católica Romana durante el reinado de la reina María I en 1555. El establecimiento bajo el gobierno de Isabel I a partir de 1558 de una Iglesia de Inglaterra claramente protestante, pero moderada, pues reconocía su herencia católica y apostólica, permitió consolidarla legalmente conforme al estado y parte de él y permitirle acomodar dentro de su comunión a una amplia gama de posiciones teológicas, lo cual ha sido, desde entonces, una de sus características esenciales.
Así, no existe una Iglesia Anglicana como tal, con alguna especie de autoridad jurídica universal, puesto que cada iglesia nacional o regional tiene completa autonomía. Como su nombre sugiere, la Comunión Anglicana es una asociación de estas iglesias en completa comunión con la Iglesia de Inglaterra (que se puede considerar como la “iglesia madre” de esta fraternidad mundial), y específicamente con su Arzobispo primado, el Arzobispo de Canterbury. Con más de setenta millones de miembros, la Comunión Anglicana es la tercera comunión más grande del mundo, tras la Iglesia Católica Romana y las Iglesias ortodoxas en comunión con Constantinopla.
La Comunión Anglicana se considera parte plena de la Iglesia Cristiana: una, santa, católica y apostólica, y se declara Católica y Reformada. Para muchos anglicanos, representa también una forma de catolicismo no-papal, y para otros, una forma de protestantismo sin figuras fundadoras tales como Martín Lutero o Juan Calvino. La identidad anglicana se expresa como una prudente combinación entre estas dos tradiciones cristianas, una Vía Media entre ambas, mediante una aplicación equilibrada de tres criterios esenciales de fe y ética: La Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y la Razón. Así entonces, con algunas diferencias de énfasis doctrinal y litúrgico, las iglesias de la Comunión Anglicana mantienen su unidad a través, principalmente, de la comunión sacramental con el Arzobispo de Canterbury, y la celebración de la liturgia conforme a las diferentes versiones autorizadas del Libro de Oración Común.
Los fundamentos doctrinales del Anglicanismo son cuatro elementos de la fe cristiana:
La Biblia, o las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamentos, como base de la fe cristiana.
Los Credos Apostólico y Niceno, como resúmenes suficientes de la fe contenida en la Escritura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario