Las Cruzadas Orientales se libraron durante un período de casi 200 años, entre 1095 y 1291, con el objetivo específico de restablecer el control cristiano de Tierra Santa.
En marzo de 1095, el Emperador bizantino Alejo I envió mensajeros al Concilio de Piacenza para solicitar al papa Urbano II ayuda frente a los turcos. La solicitud encontró con una respuesta favorable de Urbano, que esperaba reparar el Gran Cisma de Oriente y Occidente y reunificar a la Iglesia bajo el mando del papado mediante la ayuda a las iglesias orientales en un momento de necesidad.