Cartago

Cartago fue una importante ciudad de la Antigüedad, fundada por los mercaderes fenicios procedentes de Tiro en un enclave costero del norte de África, cerca de la actual ciudad de Túnez. Su fundación tuvo lugar aproximadamente en el siglo IX a. C. con el nombre de Qart Hadasht.

Era una escala ideal para las líneas comerciales fenicias que abarcaban todo el Mediterráneo y aún más allá de lo que los griegos conocieron como "Las Columnas de Hércules" hoy conocido como estrecho de Gibraltar.

Según la leyenda, la reina Dido (o Elisa) encabezó una expedición que desde Tiro llegó a las costas tunecinas para establecerse. Dido solicitó al rey local tierras para fundar una ciudad y el rey, reacio a la intrusión, le concedió lo que ocupara una piel de toro. Dido era una mujer ingeniosa y cortó la piel en finísimas tiras con las que abarcó una gran extensión. La leyenda nos damos cuenta de la razón de ser que los cartagineses: la astucia, el engaño en la transacción que es la madre del comercio, virtudes que los púnicos (así conocían los romanos a los cartagineses ya que eran fenicios) consideraban señas de identidad nacionales.




Dido era hermosa y el rey quiso convertirla en su mujer, pero ella prefirió arrojarse a las llamas. La leyenda fundacional púnica es una clara premonición de cómo sería su final.
Roma y Cartago (durante la Primera Guerra Púnica)

La ciudad, en principio un enclave comercial, fue llamada Qart Hadasht, que en lengua fenicia significa "ciudad nueva" y para su emplazamiento se escogió cuidadosamente un istmo fácil de defender con un magnífico puerto natural. Tras la toma de Tiro, conquistada por los asirios en 574 a.C., gran número de refugiados llegaron a Cartago a bordo de la poderosa flota que logró salvarse. El crecimiento de la ciudad fue enorme a partir de entonces. El puerto natural se quedó pequeño y se construyeron dos nuevos puertos que constituyeron una auténtica maravilla de la ingeniería, uno rectangular de uso civil y otro circular de uso militar unidos ambos por un canal. Todo el perímetro del istmo fue fortificado y Cartago desarrolló una actividad comercial que la convirtió en la dueña del Mediterráneo occidental.

El primer choque entre potencias tuvo lugar cuando Cartago se enfrentó con las colonias griegas. Tras la batalla de Alalía en 540 a.C., Cartago quedó dueña de la parte oeste de Sicilia, tras lo que expandió su poder a Córcega y Cerdeña. En ese momento, Cartago era la primera potencia del Mediterráneo occidental y su poder parecía incuestionable.

La ciudad de Cartago desarrolló un gran Estado bajo su poder,. En sus inicios, el territorio cartaginés comprendía sólo la ciudad y una pequeña área de unos 50 km². En el siglo VI a. C. los cartaginenses fueron ocupando un territorio entre 30.000 y 50.000 km², que constituyó la base del Estado Cartaginés. Partiendo de esta área, que se suele denominar metropolitana, se expandieron para crear entre los siglos V y III a. C. un imperio mercantil marítimo, aprovechando las factorías y ciudades existentes fundadas por los fenicios, o estableciendo otras nuevas, en Hispania, Sicilia, Cerdeña, Ibiza y en el norte de África, consolidando además su poder sobre Numidia y Mauritania. En su apogeo fue la primera potencia económica y militar en el Mediterráneo occidental.

Sin embargo, una nueva potencia emergía con irresistible fuerza: Roma. La pequeña ciudad italiana había conseguido librarse del yugo etrusco y sojuzgado el centro de Italia gracias a su superior organización militar. Su expansión en Italia fue imparable. Cada vez era menor el espacio que separaba a ambas ciudades, pero la chispa que encendió el fuego estalló en Sicilia. Justo en el punto que en el año 264 a.C. separaba los intereses de ambas potencias.
Tras tres guerras que desangraron a ambos contendientes, Cartago fue destruida hasta los cimientos, su población muerta o esclavizada y su cultura cuidadosamente enterradas en el olvido.

Sin embargo, Cartago pervivió, a pesar de la meticulosidad con que los romanos trataron de borrar sus huellas. En el 29 a. C. Octavio fundó en el mismo lugar la colonia romana Julia Cartago, que se convirtió en la capital de la provincia romana de África, una de las zonas productoras de cereales más importantes del imperio. Su puerto fue vital para la exportación de trigo africano hacia Roma. La ciudad llegó a ser la segunda en importancia del Imperio con 400.000 habitantes. En el año 425, los vándalos conquistaron Cartago durante el reinado del rey Genserico y la convirtieron en la capital de su nuevo reino. La ciudad fue reconquistada por el general bizantino Belisario en el año 534, permaneciendo bajo influencia bizantina hasta el 705, cuando un ataque musulmán la devastó nuevamente, reduciéndola a cenizas y masacrando a todos sus habitantes.


El estado cartaginés

Si bien el territorio controlado por Cartago fue amplio, con numerosos vasallos y asociados, la zona propiamente colonizada por Cartago nunca llegó a ser muy extensa. El estado se dividía entre ciudades aliadas o socias, los territorios autónomos y el imperio propiamente dicho de Cartago que, según ellos mismos, contaba con unas 300 ciudades en la época de la Primera Guerra Púnica. La zona más rica y poblada era la llamada zona metropolitana; ésta a su vez se dividía en 7 circunscripciones llamadas pagi. Más allá del territorio cercano a Cartago se encontraba la Gran Sirte, un rico territorio costero en Libia-Túnez.

Inicialmente fue gobernado por una oligarquía de ricas familias, en forma de monarquía en los siglos VI-IV a. C. coincidiendo con la caída de Tiro ante Babilonia en el año 580 a. C. Posiblemente por cierto vació de poder, se estableció un sistema monárquico doble. Caracterizado por la instauración de familias encumbradas en el poder por mucho tiempo, debido a las cualidades de sus individuos y a sus grandes riquezas. El poder de los reyes no era absoluto, solían ejercer de jueces y árbitros ya que existían otras instituciones como el Consejo de Ancianos o Senado con el que debían compartir sus decisiones. Su función era asesorar al monarca en cuestiones de política y economía.
En 480 a. C., tras la muerte de Amílcar I, derrotado por los griegos en la Batalla de Hímera, la monarquía perdió gran parte de su poder en manos del Senado y fue abolida por un movimiento social que dio lugar al gobierno de la República. Desde entonces y hasta el final, Cartago fue una república oligárquica.

La república cartaginense era gobernada por varios órganos públicos pero reservados a la aristocracia, el más básico era la asamblea de ciudadanos, constituida por varios cientos de individuos pertenecientes a las familias más acaudaladas e influyentes de la Cartago. La asamblea nombraba libremente a la mayor parte de los cargos de la ciudad, como el Consejo de Ancianos o Senado de los Cien, grupo de cien aristócratas formado de modo vitalicio, conocido desde el siglo IV a. C. Estaban encargados de funciones judiciales y de la supervisión de los funcionarios.

Finalmente, la Asamblea de Ciudadanos se encargaba de la elección de los sufetes, de los sumos sacerdotes y de los generales. El senado también dirigía todos los procesos de la Asamblea, o las Pentarquías, grupos de cinco individuos que se ocupaban de los departamentos estatales y cubrían vacantes en el Senado. El Senado era el órgano más poderoso, compuesto en su totalidad por la más influyente aristocracia. Los sufetes eran dos magistrados elegidos anualmente entre las familias aristocráticas. Sus cometidos eran esencialmente civiles, la convocatoria del Consejo y de la Asamblea y funciones judiciales superiores.

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