La antigua Atenas fue la principal ciudad estado de Grecia durante buena parte del I milenio a.C. Aproximadamente entre los años 500 a.C. y 323 d.C. fue el mayor centro cultural e intelectual del mundo, y estuvo en el origen de muchas de las ideas, logros y prácticas de la "civilización occidental", entre ellos el concepto de democracia. La derrota frente a Esparta en el año 431 a.C., el auge de Macedonia en la posterior época helenística y finalmente la conquista romana fueron restando poder y prestigio a Atenas. El fin de la era clásica se sitúa en el año 529, con el cierre de las escuelas de filosofía.
Atenas fue fundada por los jonios en el centro de Grecia. Esta zona llamada Ática era pobre, con escasas cosechas, por lo que no fue de interés para los pueblos invasores. La leyenda atribuye a Teseo , el rey legendario que venció al Minotauro de Creta, la fundación de Atenas en el siglo VIII a.C.
Vida cotidiana
Después de las guerras medicas, Atenas, orgullosa de gloria y rica por las conquistas, brillo con esplendor extraordinario. Esa es la época en que nos ofrece el cuadro mas perfecto de la vida griega. El bienestar y la alegría del hogar, llamaban muy poco la atención al griego, porque su mayor parte de tiempo lo pasaba ocupado en sus negocios, ejercicios físicos, política y ceremonias. Vivía no para su familia, sino para la ciudad, por lo que el lujo de ésta era su orgullo. Se contentaba personalmente con una vida sencilla y modesta, con tal que los monumentos y fiestas a sus dioses provocaran admiración universal.
Atenas no era una ciudad con casas altas ni calles anchas. Las casas se agrupaban en la falda del Acrópolis según el capricho del dueño, y formaban un laberinto de callejuelas. Luego del incendio de la ciudad por lo persas, se reconstituyó Atenas, se crearon barrios nuevos en que se plantaron árboles, las casas fueron mas espaciosas y las calles se trazaron a cordel, pero en realidad todo esto solo se hizo en los barrios mas ricos. Los comerciantes permanecieron en sus casuchas de la antigua Atenas.
Organización política
La vida de un ciudadano de Atenas puede compararse con la de un hombre que fuera en tiempo ordinario a la vez comerciante y diputado, y que en ciertos casos fuera llamado por elección o porque le tocara la suerte, a ser magistrado empleado de menor categoría u oficial.
Todos los ciudadanos eran iguales en derechos y tomaban parte en el gobierno y en la administración pública. Este gobierno de un estado en que el pueblo ejerce la soberanía, se llama democracia.
Cualquier ciudadano, sin que se tuviera en cuenta su nacimiento o su fortuna, podía aspirar a los honores y a alcanzarlos, pues los cargos de arconte, de senador y de juez eran sorteados todos los años. Todo ciudadano participaba del gobierno, porque él decidía con su voto si las leyes propuestas habían o no de entrar en vigor ya en Atenas, ya con el resto del imperio. También tenía derecho a gozar de comodidades, puesto que, con el fin de que hasta los pobres pudieran desempeñar los cargos públicos, se imaginó que éstos fueran retribuidos y que se retribuyera la presencia en la Asamblea; por consiguiente, cumplir con los deberes de ciudadano, fue un verdadero oficio para el ateniense.
Esta democracia era en realidad una aristocracia. Los electores eran poco numerosos (15.000 a lo sumo), y la Asamblea era como una reunión pública en la que todo el mundo se conocía. Tenían esclavos para atender a los trabajos, y súbditos para abastecer de dinero a la ciudad. La vida era barata, y con poco gasto podía tenerse un buen pasar. Todos los años se designaba por sorteo a 6.000 ciudadanos para que fueran magistrados, con lo cual se llegaba al resultado de que la mitad de la ciudad administraba a la otra mitad.
Juntamente con el tribunal aristocrático del Areópago, prosperó el sistema de tribunales compuestos de ciudadanos-jueces o, dicho de otro modo, el juicio por jurados.
Cada año se sorteaban entre 6.000 ciudadanos los 5.000 que debían repartirse en diez secciones de 500 miembros, secciones llamadas dicastenas. El dicastero que debía conocer de cada proceso, era designado por sorteo la misma mañana en que se daba vista de la causa, bajo la presidencia de un arconte. Se llamó hélico la reunión de los 5.000 jurados o heliastas. Los acusados debían defenderse sin auxilio de abogados. Los que no podían hacerlo, aprendían de memoria una defensa hecha por personas conocedoras, llamadas logógrafos. El tiempo de la defensa estaba limitado y marcado por un reloj de agua llamado clepsidra. La sentencia se pronunciaba a raíz del voto emitido por medio de guijarros, negros en caso de fallo condenatorio, y blancos si el fallo era absolutorio.
Así se gobernaba administraba y juzgaba el pueblo de Atenas por sí mismo; pero tal régimen se prestaba a excesos, si bien es verdad que a garantía de aquella constitución estaba en el respeto que tenían los atenienses a las decisiones tomadas por la mayoría. Ese respeto del voto, fundamento de las democracias, era prueba de que tenían la verdadera educación de la libertad.
El poderío marítimo
Esta democracia necesitaba grandes recursos para subsistir; Ática no producía lo suficiente siquiera para alimentar a sus habitantes, y el pan que comían era hecho con el trigo llevado de Tracia por mar. Los atenienses tenían que buscar fuera los recursos que les faltaban; estaban forzados a procurárselos ya en sus colonias, ya en el extranjero; por consecuencia, era menester que fueran dueños del mar.
El centro del comercio y del poder marítimo de Atenas, el puerto del Pireo, reunía todos los almacenes, astilleros y arsenales: lo completaban los dos puertos de guerra de Zea y de Muniquia; estaba rodeado de murallas, y unido a Atenas por los Muros Largos, entre los cuales se abrigaba un camino fortificado a ambos lados en toda su longitud: el puerto del Pireo llegó a ser el centro de un movimiento comercial importantísimo. Fue almacén o depósito de los trigos de Tracia y de Egipto, de la pesca del mar Negro, de los metales del norte, de los tapices telas de oriente, de los cedros, de la púrpura y de la cristalería de Fenicia, del lino de Egipto, y de los vinos y frutos de las islas. En el Pireo vivía una población cosmopolita. Esos extranjeros, domiciliados en Atenas, que se llamaban metecos, y no eran ciudadanos, soportaban algunas de las cargas de éstos, tal el servicio en la marina, y debían pagar, a menudo, censos extraordinarios.
Para asegurar la libre navegación de las flotas atenienses, se establecieron en todos los puntos que dominaban los caminos del mar, colonias fortificadas. Estos puntos de apoyo de las escuadras consolidaron el poder de Atenas, permitiendo utilizar la gente menesterosa que conformaba las guarniciones de estas ciudadelas. Hubo puntos de apoyo en Eubea, en Naxos, en Macedonia y en Tracia.
Esas colonias no eran ciudades independientes como las antiguas colonias griegas, sino que formaban parte de los dominios atenienses; sus habitantes seguían siendo ciudadanos de Atenas y conservaban todos sus derechos civiles.
Para mantener su preponderancia, Atenas tuvo que hacer la guerra a los persas, dominar revoluciones y conquistar nuevos territorios. Con este fin aumentó el número de sus barcos de guerra, que llegó hasta 300, y modificó además el carácter de su ejército de tierra. El núcleo de éste continuó siendo el cuerpo de hoplitas; pero se aumentó la fuerza de caballería y de infantería ligera, armas necesarias para las expediciones en terreno muy diverso.
Estos cuerpos auxiliares se compusieron principalmente de soldados mercenarios, entre los cuales conviene distinguir los peltastos, cazadores cubiertos con una coraza de tela fuerte, que usaban una especie de adarga llamada pelta. espada larga y dardo, soldados que combatían dando vueltas alrededor de los hoplitas.
Una singularidad del ejército ateniense consistía en que los generales o estratégicos eran nombrados por elección, manera que el pueblo tenía que intervenir en la dirección de la guerra.
El sostenimiento de estas fuerzas y los gastos de gobierno democrático exigían mucho dinero. Atenas tenía tres fuentes principales de recursos 1) el producto de las minas de plata del Laurio y de las minas de oro de Tracia; 2) el tributo de los aliados y 3) los impuestos.
Los impuestos ordinarios eran aduanas, consumos, contribución a cargo de los extranjeros y, en tiempo de guerra, el impuesto de rentas. Había también tributos extraordinarios llamados liturgias, que sólo pagaban los liturgos, esto es, los ciudadanos más ricos. Las principales liturgias eran la tricrarquia o armamento de un trirreme; la coregia u organización de una representación dramática.
El griego consideraba que debía al estado la vida, el tiempo y los caudales que éste creía necesario exigir.
El Siglo de Pericles
El período histórico comprendido entre las guerras Médicas y las del Peloponeso es conocido como “El siglo de Pericles”.
Pericles, estratega, político y orador ateniense que supo rodearse de las personalidades más excelentes del momento, hombres que se destacaban en política, filosofía, arquitectura, escultura, historia, literatura, etc., fomentó las artes y las letras y le dio a Atenas un esplendor que no se volvió a repetir a lo largo de su historia. Realizó también grandes obras públicas y mejoró la calidad de vida de los ciudadanos. De ahí que esta importante figura histórica haya legado su nombre al Siglo de oro ateniense, cenit de la Grecia clásica.
Alianzas: La Liga de Delos
La Confederación de Delos o Liga de Delos fue una agrupación de los ciudadanos atenienses con los habitantes de las islas del mar Egeo y los griegos de las costas de Asia Menor, las ciudades-estado de la antigua Grecia (que llegaron a ser más de 200). Su sede se encontraba en la isla de Delos.
Esta organización fue una confederación marítima, creada y controlada en un principio por el estadista ateniense Arístides (que redactó los estatutos y la puso en marcha), en el 477 a. C., al finalizar las Guerras Médicas, con el fin de poder defenderse de posibles y nuevos ataques por parte de los persas. Fue también una consecuencia de la pérdida de la hegemonía por parte de Esparta, a quien sucedió Atenas en el mando de las expediciones.
Los confederados tenían la obligación de proporcionar hombres, navíos y dinero para las campañas de guerra. Por su parte, la ciudad de Atenas se comprometía a organizar y dirigir dichas campañas y a procurar que las demás ciudades no fueran asaltadas ni invadidas por los persas. Las decisiones importantes se tomaban en las reuniones de un consejo en el que había un representante de cada una de las ciudades confederadas; este representante tenía derecho a voz.
Las fuerzas militares de la Confederación conquistaron el mar Egeo y sus costas al mando del ateniense Cimón. Se enfrentaron y vencieron a la marina persa y conquistaron bastantes tierras que después colonizaron, además de abrir rutas seguras por mar hacia el Ponto Euxino o mar Negro.
Cuando Atenas eligió a Pericles como nuevo jefe, éste comenzó su gobierno poniendo fin a una política de conquistas. Hizo de Atenas la primera y más importante ciudad griega y consiguió una total hegemonía sobre las demás ciudades de la Confederación de Delos, que se fueron transformando de ciudades aliadas en ciudades subyugadas. Era el comienzo de un imperio sometido a Atenas, que era quien dirigía la armada, la marina y la diplomacia y que quiso además establecer en las ciudades su propio régimen político. En el 454 se hizo trasladar el tesoro de la Confederación a la ciudad de Atenas. Todos estos hechos, unidos al aumento de impuestos requerido, hicieron que las ciudades de la Confederación se rebelaran y empezaran a sentirse enemigas de Atenas, que además les impuso su moneda, su sistema de pesos e incluso la forma de gobierno.
Los recursos económicos del Estado ateniense no eran muy holgados. Toda la grandeza de Atenas en el siglo de Pericles, sus construcciones, obras públicas, edificios religiosos, esculturas, etc. no habrían podido llevarse a cabo sin el gran recurso del tesoro de la Confederación de Delos.
Grecia |
Vida cotidiana
Después de las guerras medicas, Atenas, orgullosa de gloria y rica por las conquistas, brillo con esplendor extraordinario. Esa es la época en que nos ofrece el cuadro mas perfecto de la vida griega. El bienestar y la alegría del hogar, llamaban muy poco la atención al griego, porque su mayor parte de tiempo lo pasaba ocupado en sus negocios, ejercicios físicos, política y ceremonias. Vivía no para su familia, sino para la ciudad, por lo que el lujo de ésta era su orgullo. Se contentaba personalmente con una vida sencilla y modesta, con tal que los monumentos y fiestas a sus dioses provocaran admiración universal.
Atenas no era una ciudad con casas altas ni calles anchas. Las casas se agrupaban en la falda del Acrópolis según el capricho del dueño, y formaban un laberinto de callejuelas. Luego del incendio de la ciudad por lo persas, se reconstituyó Atenas, se crearon barrios nuevos en que se plantaron árboles, las casas fueron mas espaciosas y las calles se trazaron a cordel, pero en realidad todo esto solo se hizo en los barrios mas ricos. Los comerciantes permanecieron en sus casuchas de la antigua Atenas.
Las Polis Griegas |
La vida de un ciudadano de Atenas puede compararse con la de un hombre que fuera en tiempo ordinario a la vez comerciante y diputado, y que en ciertos casos fuera llamado por elección o porque le tocara la suerte, a ser magistrado empleado de menor categoría u oficial.
Todos los ciudadanos eran iguales en derechos y tomaban parte en el gobierno y en la administración pública. Este gobierno de un estado en que el pueblo ejerce la soberanía, se llama democracia.
Cualquier ciudadano, sin que se tuviera en cuenta su nacimiento o su fortuna, podía aspirar a los honores y a alcanzarlos, pues los cargos de arconte, de senador y de juez eran sorteados todos los años. Todo ciudadano participaba del gobierno, porque él decidía con su voto si las leyes propuestas habían o no de entrar en vigor ya en Atenas, ya con el resto del imperio. También tenía derecho a gozar de comodidades, puesto que, con el fin de que hasta los pobres pudieran desempeñar los cargos públicos, se imaginó que éstos fueran retribuidos y que se retribuyera la presencia en la Asamblea; por consiguiente, cumplir con los deberes de ciudadano, fue un verdadero oficio para el ateniense.
Esta democracia era en realidad una aristocracia. Los electores eran poco numerosos (15.000 a lo sumo), y la Asamblea era como una reunión pública en la que todo el mundo se conocía. Tenían esclavos para atender a los trabajos, y súbditos para abastecer de dinero a la ciudad. La vida era barata, y con poco gasto podía tenerse un buen pasar. Todos los años se designaba por sorteo a 6.000 ciudadanos para que fueran magistrados, con lo cual se llegaba al resultado de que la mitad de la ciudad administraba a la otra mitad.
Juntamente con el tribunal aristocrático del Areópago, prosperó el sistema de tribunales compuestos de ciudadanos-jueces o, dicho de otro modo, el juicio por jurados.
Cada año se sorteaban entre 6.000 ciudadanos los 5.000 que debían repartirse en diez secciones de 500 miembros, secciones llamadas dicastenas. El dicastero que debía conocer de cada proceso, era designado por sorteo la misma mañana en que se daba vista de la causa, bajo la presidencia de un arconte. Se llamó hélico la reunión de los 5.000 jurados o heliastas. Los acusados debían defenderse sin auxilio de abogados. Los que no podían hacerlo, aprendían de memoria una defensa hecha por personas conocedoras, llamadas logógrafos. El tiempo de la defensa estaba limitado y marcado por un reloj de agua llamado clepsidra. La sentencia se pronunciaba a raíz del voto emitido por medio de guijarros, negros en caso de fallo condenatorio, y blancos si el fallo era absolutorio.
Así se gobernaba administraba y juzgaba el pueblo de Atenas por sí mismo; pero tal régimen se prestaba a excesos, si bien es verdad que a garantía de aquella constitución estaba en el respeto que tenían los atenienses a las decisiones tomadas por la mayoría. Ese respeto del voto, fundamento de las democracias, era prueba de que tenían la verdadera educación de la libertad.
El poderío marítimo
Esta democracia necesitaba grandes recursos para subsistir; Ática no producía lo suficiente siquiera para alimentar a sus habitantes, y el pan que comían era hecho con el trigo llevado de Tracia por mar. Los atenienses tenían que buscar fuera los recursos que les faltaban; estaban forzados a procurárselos ya en sus colonias, ya en el extranjero; por consecuencia, era menester que fueran dueños del mar.
El centro del comercio y del poder marítimo de Atenas, el puerto del Pireo, reunía todos los almacenes, astilleros y arsenales: lo completaban los dos puertos de guerra de Zea y de Muniquia; estaba rodeado de murallas, y unido a Atenas por los Muros Largos, entre los cuales se abrigaba un camino fortificado a ambos lados en toda su longitud: el puerto del Pireo llegó a ser el centro de un movimiento comercial importantísimo. Fue almacén o depósito de los trigos de Tracia y de Egipto, de la pesca del mar Negro, de los metales del norte, de los tapices telas de oriente, de los cedros, de la púrpura y de la cristalería de Fenicia, del lino de Egipto, y de los vinos y frutos de las islas. En el Pireo vivía una población cosmopolita. Esos extranjeros, domiciliados en Atenas, que se llamaban metecos, y no eran ciudadanos, soportaban algunas de las cargas de éstos, tal el servicio en la marina, y debían pagar, a menudo, censos extraordinarios.
Para asegurar la libre navegación de las flotas atenienses, se establecieron en todos los puntos que dominaban los caminos del mar, colonias fortificadas. Estos puntos de apoyo de las escuadras consolidaron el poder de Atenas, permitiendo utilizar la gente menesterosa que conformaba las guarniciones de estas ciudadelas. Hubo puntos de apoyo en Eubea, en Naxos, en Macedonia y en Tracia.
Esas colonias no eran ciudades independientes como las antiguas colonias griegas, sino que formaban parte de los dominios atenienses; sus habitantes seguían siendo ciudadanos de Atenas y conservaban todos sus derechos civiles.
Para mantener su preponderancia, Atenas tuvo que hacer la guerra a los persas, dominar revoluciones y conquistar nuevos territorios. Con este fin aumentó el número de sus barcos de guerra, que llegó hasta 300, y modificó además el carácter de su ejército de tierra. El núcleo de éste continuó siendo el cuerpo de hoplitas; pero se aumentó la fuerza de caballería y de infantería ligera, armas necesarias para las expediciones en terreno muy diverso.
Estos cuerpos auxiliares se compusieron principalmente de soldados mercenarios, entre los cuales conviene distinguir los peltastos, cazadores cubiertos con una coraza de tela fuerte, que usaban una especie de adarga llamada pelta. espada larga y dardo, soldados que combatían dando vueltas alrededor de los hoplitas.
Una singularidad del ejército ateniense consistía en que los generales o estratégicos eran nombrados por elección, manera que el pueblo tenía que intervenir en la dirección de la guerra.
El sostenimiento de estas fuerzas y los gastos de gobierno democrático exigían mucho dinero. Atenas tenía tres fuentes principales de recursos 1) el producto de las minas de plata del Laurio y de las minas de oro de Tracia; 2) el tributo de los aliados y 3) los impuestos.
Los impuestos ordinarios eran aduanas, consumos, contribución a cargo de los extranjeros y, en tiempo de guerra, el impuesto de rentas. Había también tributos extraordinarios llamados liturgias, que sólo pagaban los liturgos, esto es, los ciudadanos más ricos. Las principales liturgias eran la tricrarquia o armamento de un trirreme; la coregia u organización de una representación dramática.
El griego consideraba que debía al estado la vida, el tiempo y los caudales que éste creía necesario exigir.
El Siglo de Pericles
El período histórico comprendido entre las guerras Médicas y las del Peloponeso es conocido como “El siglo de Pericles”.
Pericles, estratega, político y orador ateniense que supo rodearse de las personalidades más excelentes del momento, hombres que se destacaban en política, filosofía, arquitectura, escultura, historia, literatura, etc., fomentó las artes y las letras y le dio a Atenas un esplendor que no se volvió a repetir a lo largo de su historia. Realizó también grandes obras públicas y mejoró la calidad de vida de los ciudadanos. De ahí que esta importante figura histórica haya legado su nombre al Siglo de oro ateniense, cenit de la Grecia clásica.
Alianzas: La Liga de Delos
La Confederación de Delos o Liga de Delos fue una agrupación de los ciudadanos atenienses con los habitantes de las islas del mar Egeo y los griegos de las costas de Asia Menor, las ciudades-estado de la antigua Grecia (que llegaron a ser más de 200). Su sede se encontraba en la isla de Delos.
Atenas, 450 aC |
Los confederados tenían la obligación de proporcionar hombres, navíos y dinero para las campañas de guerra. Por su parte, la ciudad de Atenas se comprometía a organizar y dirigir dichas campañas y a procurar que las demás ciudades no fueran asaltadas ni invadidas por los persas. Las decisiones importantes se tomaban en las reuniones de un consejo en el que había un representante de cada una de las ciudades confederadas; este representante tenía derecho a voz.
Las fuerzas militares de la Confederación conquistaron el mar Egeo y sus costas al mando del ateniense Cimón. Se enfrentaron y vencieron a la marina persa y conquistaron bastantes tierras que después colonizaron, además de abrir rutas seguras por mar hacia el Ponto Euxino o mar Negro.
Cuando Atenas eligió a Pericles como nuevo jefe, éste comenzó su gobierno poniendo fin a una política de conquistas. Hizo de Atenas la primera y más importante ciudad griega y consiguió una total hegemonía sobre las demás ciudades de la Confederación de Delos, que se fueron transformando de ciudades aliadas en ciudades subyugadas. Era el comienzo de un imperio sometido a Atenas, que era quien dirigía la armada, la marina y la diplomacia y que quiso además establecer en las ciudades su propio régimen político. En el 454 se hizo trasladar el tesoro de la Confederación a la ciudad de Atenas. Todos estos hechos, unidos al aumento de impuestos requerido, hicieron que las ciudades de la Confederación se rebelaran y empezaran a sentirse enemigas de Atenas, que además les impuso su moneda, su sistema de pesos e incluso la forma de gobierno.
Los recursos económicos del Estado ateniense no eran muy holgados. Toda la grandeza de Atenas en el siglo de Pericles, sus construcciones, obras públicas, edificios religiosos, esculturas, etc. no habrían podido llevarse a cabo sin el gran recurso del tesoro de la Confederación de Delos.
Grecia, 433 aC |
A partir de este momento, la Confederación se disolvió hasta el año 377 a. C., en que tuvo un renacimiento para protegerse en este caso del poder de Esparta. No obstante, Atenas ya era incapaz de imponer su autoridad.
La Confederación dejó de existir definitivamente en el 338 a. C. cuando Filipo II de Macedonia derrotó a los atenienses en la batalla de Queronea.
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