Esparta

Esparta o Lacedemonia, capital de la Laconia, creció a modo de ciudad cuartel. Más bien que una ciudad, era un grupo de cinco aldeas situadas en las orillas pantanosas del Eurotas, que baja torrentoso de la meseta de Arcadia y atraviesa mansamente a Laconia. Esparta no estuvo nunca cercada de murallas, porque no tuvo necesidad de ellas. Laconia, cuyo centro lo ocupaba Esparta, está, en efecto, rodeada de montañas; éstas son bastante altas y permiten que la nieve permanezca ahí casi todo el año; además, las sendas transitables son muy raras y es muy fácil defender los desfiladeros. El valle del Eurotas es fértil y pueda alimentar la población, por lo que Esparta fuera un campo atrincherado natural, en el que vivió un pueblo de soldados.
En Esparta, el hombre era un soldado que se ejercitaba sin descanso en las virtudes militares y estuvo siempre dispuesto a dar su vida por la patria.


Grecia
 Los espartanos formaron parte de una invasión de dorios griegos del norte que, echados de su país por los tesalios, acometieron las penínsulas del Peloponeso y conquistaron las ciudades de los aqueos. Los dorios de Esparta tomaron el nombre de espartanos. Menos numerosos que los vencidos, hubieron que estar constantemente sobre las armas en medio de aquellas poblaciones sojuzgadas, a fin de conservar lo que habían conquistado.

Por consiguiente no les fue posible labrar la tierra ni dedicarse al comercio. Fueron un ejercito invasor que vivía de lo que le daba el suelo gracias al trabajo de los vencidos y cuyo exclusivo oficio era la guerra. Todo en ellos era preparación militar. Fueron los guerreros mejor adiestrados y más heroicos de Grecia; pero desdeñaron el bienestar y la cultura intelectual porque, según ellos, corrompían las virtudes marciales. Su ideal consistió en formar una comunidad militar en la que cada cual, por disciplina, tuviera orgullo en sacrificar su libertad y su vida por el interés superior del estado.




Organización social
El territorio de Laconia, dividido en lotes que no podían venderse ni cederse, fue propiedad de los vencedores. Los habitantes de la llanura continuaron viviendo en su antiguo suelo en condición muy parecida a la esclavitud. Los de las montañas y del litoral, sometidos posteriormente, fueron tratados con menos dureza. En la población de Laconia hubo, pues, tres clases: los espartanos (9.000 aproximadamente), los periecos (30.000) y los ilotas (unos 200.000). Sólo el espartano tenía derecho de ciudadanía; los periecos y los ilotas no eran sino súbditos.

Los periecos, es decir, la gente de alrededor, habitaban la frontera montañosa y marítima de Laconia, y parecen haber sido descendientes de los antiguos señores del país. Estaban repartidos en unos cien pueblos que se administraban por sí mismos. Podían poseer libremente sus tierras y gozar del fruto de su trabajo. Se dedicaban a la agricultura al comercio, a la industria, a la navegación y a todas las ocupaciones prohibidas a los espartanos. Pagaban los impuestos y tenían obligación de servir en el ejército; no por ello les concedían el menor derecho político.

Los ilotas eran los antiguos laconios del valle. Los espartanos hicieron de ellos siervos, es decir, mitad libres y mitad esclavos. No vivían agrupados en pueblos, sino que habitaban en cabañas aisladas que podían edificar en las tierras que labraban, tierras que no les pertenecían, sino que eran ellos quienes pertenecían a la tierra y formaban parte de la propiedad. Cada año debían dar una parte de la cosecha a los dueños del fundo, pudiendo reservarse la otra parte. El único derecho que tenían era el de no poder ser vendidos.

El ejército
Un estado militar como era éste, no podía soportar ni vecinos poderosos ni súbditos rebeldes. Las dos penínsulas de Laconia, Argólide y Mesenia, habitadas por otros conquistadores dorios, eran una amenaza para Esparta, y de aquí la serie de guerras contra Argos y Mesena, que sólo se terminó cuando los espartanos poseyeron todo el sur y el este del Peloponeso.
Las guerras más rudas fueron las de Mesenia en el siglo VII, que duraron cerca de veinticuatro años.


Soldado espartano
 El instrumento de aquellas conquistas fue el ejército espartano, el primero de Grecia por su organización y disciplina. En efecto, en los otros pueblos no se era soldado sino en caso de necesidad en tiempo de guerra se armaba al ciudadano, y el ejército era tan solo una guardia nacional, mientras que los espartanos eran soldados de profesión. Acostumbrados desde su más tierna edad a la caza y a los ejercicios violentos, permanecían después en filas hasta los sesenta años. Dos veces al día tenían ejercicio o maniobras, y la paz la consideraban únicamente como una preparación para la guerra.

Los espartanos combatían a pie y formaban el cuerpo de los hoplitas. estos usaban casaca roja, coraza de bronce, casco que les protegía la cabeza y la cara, escudo de cuero cubierto también de bronce, y canilleras o botas de metal, que les cubrían desde la rodilla hasta el tobillo. Tenían por armas, espada corta, como un cuchillo de caza, y la lanza que medía más de dos metros de largo. En formación de combate se presentaban en línea de ocho en fondo; unidos los escudos unos contra otros, formaban delante de los hombres una verdadera muralla. Dispuestos así en falange, y coronados de flores, acometían al enemigo al son de las flautas y cantando un canto de guerra llamado pean. Pero no empezaban el ataque sino después de haber sacrificado una cabra buscado presagios en las entrañas de la víctima. Pasaban por invencibles a causa de su reputada fuerza y de su gran bravura.

La falange se dividía en batallones y en escuadras. En cuanto al arte de combatir, este se resumía en ir a la carga. La fuerza de las falanges espartanas residía principalmente en la costumbre de obediencia, de honor y de sacrificio que inspiraban a los espartanos las leyes., que llamaban leyes de Licurgo.
Las leyes de Licurgo eran un conjunto de prescripciones minuciosas relativas no solamente al gobierno y a la administración del estado, sino también a la vida de los particulares y a la educación de los niños. Tuvieron por objeto establecer en Esparta la autoridad de la aristocracia y asegurar a los espartanos las tierras conquistadas a través de una excelente formación militar.

Organización política
Antes de Licurgo, que vivió en el siglo IX, Esparta estaba gobernada por dos reyes omnipotentes. Licurgo hizo de ellos personajes representativos, sin autoridad real. Los dos reyes fueron jefes de la religión y del ejército. Celebraban sacrificios y mandaban los ejércitos; reinaban pero no gobernaban. El gobierno estaba en manos del Senado, consejo de 28 miembros, todos nobles y de sesenta años de edad. El Senado proponía y redactaba las leyes y después las sometía a la Asamblea del Pueblo, que se reunía una vez por mes. No había allí discusiones y el pueblo manifestaba su acuerdo por medio de aclamaciones. Más tarde, el pueblo nombró cada año cinco Éforos o vigilantes, cuya función consistía en intervenir en los actos de los reyes y de los demás magistrados, que podían suspender o condenar; a además, acompañaban al ejército en campaña. De aquí que en Esparta el poder no perteneciese al pueblo ni a los reyes, sino a la aristocracia.


Las Polis Griegas
 En teoría, los ciudadanos eran todos iguales, como los soldados de un regimiento. Licurgo quiso que no hubiese en Esparta ni ricos ni pobres, y distribuyó las tierras por lotes entre los ciudadanos, con prohibición expresa de venderlas. Los productos del suelo cultivado por los ilotas debían bastar a sus necesidades, y todo oficio les estaba vedado. De esta manera, desembarazados los espartanos del cuidado de ganarse el sustento, podían consagrarse enteramente a los deberes militares. Para evitar que se enriquecieran, estaban obligados a servirse exclusivamente de la moneda de bronce, que era pesada en extremo y tenía poco valor. A pesar de todo, hubo desigualdad en las fortunas y se formó en Esparta una aristocracia rica, cuyos miembros, y sólo ellos, se llamaban iguales.

Educación
El niño, destinado a ser un soldado, pertenecía más al estado que a su familia, al nacer era examinado por los ancianos de la tribu, que lo devolvían a la madre si estaba bien constituido; en caso contrario lo hacían arrojar aun abismo del Taigeto. Todas las madres educaban a sus hijos de la misma manera; no los envolvían y los acostumbraban a comer de todo y a no tener miedo de nada. Al cumplir el niño los siete años se entregaba al estado; el niño era entonces como un hijo de regimiento, que desde luego formaba parte de una clase mandada por el que se habla mostrado superior a los otros alumnos por su inteligencia y su fuerza.
El estudio se limitaba a enseñar a los niños a cantar y a explicarse con precisión.

Los jóvenes formaban parte del ejército a los 17 años; a los treinta eran considerados como ciudadanos y debían contraer matrimonio, sin dejar por ello de pertenecer al estado. El empleo del tiempo estaba fijado por los reglamentos. Llevaban uniforme y debían asistir todos los días a los ejercicios, consistentes en carreras, saltos y manejo de las armas.
No se inclinaban sino delante de los ancianos, que respetaban como a sus padres. Su lenguaje era voluntariamente rudo y sencillo, y su manera de responder, a la vez corta y mordaz, ha llegado hasta nosotros con el nombre de laconismo.

Las mujeres no eran educadas en Esparta menos severamente que los jóvenes. Estaban sometidas a los mismos ejercicios de los varones y asistían a sus concursos. Su vestido, que bajaba apenas hasta la rodilla, les permitía libertad en los movimientos. Su vida de ejercicios era motivo de burlas entre los demás griegos, que tenían a sus hijas cuidadosamente encerradas. Una vez casadas, resultaban esposas y madres de soldados. Eran muy reputadas por su energía y su abnegación. El amor maternal, en aquellas mujeres estaba supeditado por el amor a la patria.
Lo que más caracteriza la condición de la mujer en la antigua Grecia es que no gozaba de los derechos civiles del ciudadano, pues siempre tenía un dueño que la gobernara. Cuando joven, dependía de su padre; casada pertenecía a su marido; viuda, estaba sometida a sus parientes o a sus hijos. Pero en la casa tenía una autoridad considerable.

Alianzas: La Liga del Peloponeso
Grecia, 431 aC
Al final del siglo VI, Esparta se había convertido en el estado más poderoso del Peloponeso y ejercía su hegemonía sobre Argos, el siguiente en importancia. Consiguió también otros aliados de peso, como Corinto y Elis, liberando a Corinto de la tiranía y ayudando a Elis a asegurarse el control de los Juegos Olímpicos. La misma política favoreció otras incorporaciones, hasta que prácticamente todo el Peloponeso formó parte de la alianza.

La Liga estaba organizada bajo el férreo control de Esparta, aunque teóricamene bajo la autoridad de dos órganos: la asamblea espartana y el consejo de los aliados, en el que cada miembro contaba con un voto, independientemente de su tamaño o peso geopolítico. Los estados miembros no tenían que pagar tributo excepto en tiempo de guerra, cuando se les podía exigir dos tercios de sus tropas.

Sólo la propia Esparta tenía derecho a convocar un encuentro de la Liga. No se trataba de una alianza multilateral, sino de acuerdos bilaterales entre cada miembro y Lacedemonia, de modo que quedaba a la discreción de los participantes firmar acuerdos entre ellos. Del mismo modo, y aunque cada estado miembro contaba con un voto, las decisiones del consejo no eran vinculantes para Esparta, que podía hacer caso omiso de ellas. No se trataba, por tanto, de una alianza en sentido estricto, como tampoco incluyó nunca la totalidad del Peloponeso.

La Liga proporcionaba seguridad a sus miembros y, principalmente, a la misma Esparta. Su línea política fue, en general, de signo conservador, con apoyo a los regímenes oligárquicos y oposición a los tiránicos.

Con motivo de las Guerras Médicas, la Liga del Peloponeso se fundió en la Liga Panhelénica, primero bajo el mando de Pausanias y más tarde de Cimón de Atenas. Al acabar las guerras contra los persas, Esparta abandonó la Liga Panhelénica y constituyó de nuevo la del Peloponeso, junto con los aliados originales. La Liga Panhelénica se transformó, a su vez, en la Liga de Delos, bajo la hegemonía ateniense. Ambas entraron enseguida en conflicto en la Guerra del Peloponeso.

La Liga del Peloponeso gozó de una larga vida, llegando hasta bien entrado el siglo IV a. C. La batalla de Leuctra (371 a. C.), que supuso el final de la hegemonía espartana y el comienzo de la de Tebas, condujo también a la disolución de la Liga del Peloponeso.

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