Alejandro Magno: la expedición

La expedición de Alejandro en Asia constituye una empresa extraordinaria desde todo punto de vista. En todas las épocas, el aspecto más celebrado es sin duda el de la victoria obtenida sobre el imperio Arqueménida y la conquista del predominio en un territorio de ilimitada extensión, pero merecen destacarse otras facetas interesantes de la expedición:

  • la distancia recorrida, que los estudiosos calculan que cubrió más de 27.000 kilómetros de territorio, a menudo montañoso o desértico;
  • el descubrimiento de civilizaciones casi desconocidas hasta entonces en Occidente, por ejemplo la que se desarrolló en el valle del Indo; la excepcional duración de la expedición, desde la primavera del año 334 a.C. hasta febrero del 324 a.C.;
  • los aspectos estratégicos de la empresa (batallas casi siempre victoriosas, sitios, solución de los enormes problemas ligados al aprovisionamiento y acuartelamiento en los meses invernales);
  • la fundación de numerosas ciudades;
  • la notable contribución efectuada a los conocimientos científicos del mundo griego, puesto que Alejandro, sensible a los problemas de la investigación científica, merced a su maestro Aristóteles, fue seguido por geógrafos, astrónomos, botánicos, geólogos y estudiosos de toda clase.
Las motivaciones que impulsaron a Alejandro a intentar una empresa que parecía superior a sus fuerzas son oscuras, en gran parte y motivo de discusión entre los historiadores. Algunos, siguiendo las opiniones de sus hagiógrafos griegos, sostiene que fue un hecho natural, inevitable, atacar a los bárbaros a los que se consideraba como una raza inferior, cada vez que fuese posible. Otros afirman, en cambio, que Alejandro partió en realidad con la idea de restringir su empresa a Asia Menor y que ésta prosiguió al penetrar en el corazón del Imperio Arqueménida, en tierras que hasta entonces habían sido totalmente desconocidas para el mundo griego, sólo con el objeto de destruir definitivamente a un enemigo que, de lo contrario, pronto habría reaparecido en escena.

 
 

Unida a estas razones, más o menos lógicas, se destaca la necesidad fundamental de satisfacer su anhelo de experimentación y conocimiento, vinculada con la psicología de Alejandro y la educación recibida de Aristóteles. No se explicarían de otro modo los largos meses pasados en las exploraciones de las ásperas tierras de Bactriana, su incursión en los territorios más allá del río Indo, la decisión de dividir en dos la expedición, haciendo que Crátero volviera por una ruta, y guiado personalmente a otro contingente de guerreros por un itinerario distinto, y la organización de una expedición naval confiada al mando de Nearco para explorar las costas del océano Índico y del golfo Pérsico.

  


El Imperio Macedonio, año 323 aC
 


El mapa indica el desarrollo global de la empresa de Alejandro que abarca un vastísimo territorio de una extensión superior a cinco millones de kilómetros cuadrados y con una variedad de situaciones climáticas y ambientales (desde el calor tórrido de Egipto hasta el frío de los altos pasos de Afganistán) que jamás ejercito alguno había afrontado ni superado.

El ejército de Alejandro estaba constituido por unos 19.000 infantes y 4.000 jinetes, a los que debemos sumar 7.000 arqueros y 900 unidades de tropas auxiliares. El Imperio Persa contaba con un ejército infinitamente superior; unos 50.000 mercenarios griegos y más de 30.000 soldados procedentes de las levas, junto a la famosa guardia personal del rey, llamados los Diez Mil Inmortales, y las tribus de las montañas. Las provincias imperiales más alejadas estaban controladas por puestos fortificados y los recursos imperiales eran casi ilimitados, producto del ajustado engranaje de la maquinaria política y administrativa persa. A pesar de las contundentes diferencias, Alejandro obtendrá la victoria.

Las tropas helénicas llegaron a Asia Menor con la confianza de contar con la ayuda de las ciudades griegas ocupadas por los persas desde hacia bastante tiempo. Sin embargo, en estas ciudades se había producido una significativa prosperidad económica, que era amenazaba con la llegada de las tropas de Alejandro. Esta es la razón por la que en ciudades como Mileto o Halicarnaso el monarca helénico se encontró con una encarnecida resistencia hasta su definitivo sometimiento. La primera victoria sobre los persas tuvo lugar en la batalla de Gránico, en el mes de junio de 334 aC. Alejandro obtenía además una importante victoria moral y el apoyo de algunas ciudades griegas de Asia.

En abril del año 333 Alejandro llega a la ciudad de Gordion, donde existía una curiosa leyenda. Quien desatara el nudo del yugo del carro de Midas se convertiría en el dueño de Asia. Sacando su espada, Alejandro cortó el nudo. Esta anécdota, quizá falsa, será aprovechada como propaganda de las futuras conquistas a realizar. Desde allí se encaminará hacia el sur, llegando a la ciudad cilicia de Tarso, donde Alejandro cae enfermo tras tomar un baño frío cuando estaba agobiado por el calor.

La siguiente campaña se inició tras el paso de las Puertas Cilicias, que franqueaban el acceso hacia la costa fenicia y Mesopotamia. En noviembre del año 333 tuvo lugar la famosa batalla de Issos. Las tropas persas eran dirigidas personalmente por el rey Darío III Codomano, pero un error táctico y la valentía de los helenos dieron la victoria definitiva a Alejandro. Darío huyó, mientras su familia era capturada, aunque siendo tratadas con especial dedicación, concediéndoles las atenciones propias de su realeza y sus atributos. En Damasco se hizo con el tesoro real persa, aportando una necesaria inyección económica a los escasos fondos con que contaba Alejandro. Darío intento llegar a un pacto con Alejandro, lo que colocaba a ambos mandatarios en una cierta situación de paridad.

Siguiendo una política de acercamiento con los pueblos vencidos, Alejandro mantiene una estrecha relación, aunque no se habla de matrimonio, con la noble persa Barsine, viuda de Memnón e hija de Artabazo. De esta relación nació un hijo llamado Heracles, del que no hay mayores noticias.

El monarca macedonio empezaba a ser considerado como una seria amenaza para los persas. Sin embargo, Alejandro decidió dirigir sus pasos hacia Fenicia y Palestina. En Tiro y Gaza encontró una contundente resistencia. La primera ciudad sufrió un asedio de seis meses, mientras que la segunda resistía durante dos meses. Alejandro resultó herido en un hombro y sus tropas tuvieron numerosas bajas, lo que se reflejó en el inmisericorde trato que recibieron los derrotados. Los habitantes de las ciudades que sobrevivieron a la masacre fueron vendidos como esclavos.

Desde Palestina pone Alejandro rumbo a Egipto, campaña en la que apenas encontró resistencia por parte de las guarniciones persas. El macedonio fue recibido en Egipto como un auténtico héroe, ya que les liberaba de la sumisión persa, especialmente odiada por la población local en el plano religioso. El macedonio sacó partido de estas diferencias, ya que adoró a los dioses egipcios y reconstruyó algunos templos que se encontraban en delicada situación. Con estos gestos acabó por ganarse la voluntad del pueblo egipcio, especialmente del clero. Se hizo cargo del gobierno del país, nombrándose faraón y dividiendo el territorio en tres zonas dirigidas por funcionarios egipcios, aunque la fuerza militar que supervisaba la seguridad era macedonia. En el delta del Nilo, Alejandro fundaba la famosa ciudad de Alejandría, la primera que llevaría su nombre.

Una vez dueño de Egipto, el rey macedonio decidió emprender la acción más impactante de su aventura asiática: tomar el corazón del Imperio Persa. Se dirigió hacia el curso alto del Eufrates, donde fundó Niceforio, y llegó hasta el Tigris sin apenas encontrar resistencia. Darío ofreció 10.000 talentos de oro por el rescate de su familia, así como el control de todos los territorios al oeste del Eufrates. Alejandro rechazó esta oferta, lo que provocó tensiones con algunos generales. El rey persa pasó a la ofensiva y organizó un potente ejército con el objetivo de rechazar a tan peligroso y altanero enemigo. Reclutó un amplio número de tropas en la zona oriental de su Imperio y se fue al encuentro de los macedonios. En el mes de octubre del año 331 tuvo lugar la definitiva batalla de Gaugamela. Alejandro atacó el centro de las tropas persas, lo que rompió sus líneas, provocando la huida de Darío y una desbandada generalizada. La nobleza persa veía cómo su rey era vencido por segunda vez consecutiva y decidió prescindir de él. Darío fue asesinado y Alejandro se prestó a un paseo triunfal por el maltrecho imperio.

En Babilonia fue recibido como un libertador y colmado de honores. Desde allí se dirigió a Susa y Persépolis, las capitales imperiales. Persépolis fue incendiada, en un gesto difícil de entender y que fue duramente criticado por Parmenión, uno de sus más importantes generales. La captura del tesoro real permitió a Alejandro la contratación de nuevos mercenarios, dirigiéndose hacia un nuevo objetivo: la ciudad de Ecbatana. Allí licenció a las descontentas tropas griegas de la Liga de Corinto, aunque la expedición conquistadora continuaba.

Las satrapías superiores de Bactriana y Sogdiana serán los siguientes objetivos, ya que hacía allí se habían dirigido los asesinos de Darío. Esta parte de la campaña militar de Alejandro será la más complicada, debido al rigor del clima, los ataques de las tribus montañesas en forma de guerrilla y lo desconocido del terreno. La dureza del avance provocó una sensación de descontento entre las tropas macedonias, aumentando el ambiente contrario al rey, reflejado en las crecientes conjuras contra Alejandro que se empiezan a suceder. Otro de los motivos de la distancia abierta entre el rey y sus tropas será la política de alianzas con la nobleza irania establecida por Alejandro. Dentro de esta política encontramos la boda con una princesa irania llamada Roxana, hija de Oxiartes, con quien tendrá un hijo póstumo llamado también Alejandro. Plutarco nos cuenta que Alejandro se casó profundamente enamorado, aunque no debemos dejar de lado el carácter diplomático del enlace. Con este matrimonio reforzaba la orientalización de su política, lo que aumentó la desconfianza de un amplio sector de militares macedonios.

Los territorios más septentrionales del Imperio Persa eran ocupados en el 328, alcanzando la frontera del río Jaxartes. Desde allí Alejandro decidió descender hasta la India. Para ello reforzó con tropas persas su contingente militar, cada vez más cansado y mermado de sus originales efectivos. Se alió con algunos reyes indios para facilitar la conquista del territorio, aunque no consiguió reducir la dureza de la campaña debido la pertinaz resistencia de los indígenas. Uno de los encuentros más duros tuvo lugar con el rey Poro, una especie de gigante con el que Alejandro se enfrentó en el 326, a orillas del río Hidaspes. La victoria cayó del lado del macedonio y Alejandro pensó en continuar con su expedición conquistadora dirigiéndose hacia el Ganges, una vez superado el Indo y llegado al río Hífasis. Pero las tropas estaban cansadas tras más de ocho años de aventura, por lo que el regreso se convertía en la mejor medicina para todos, excepto para el ambicioso Alejandro. Siguiendo el curso del Hífasis llegaron hasta la ciudad de Patala, luchando duramente con los indígenas y sufriendo la rebelión de los reyezuelos anteriormente sometidos.

Desde Patala se organizó el regreso, dividiéndose el ejército en tres cuerpos, dirigidos por Crátero, Nearco -quien costearía con una flota el territorio hasta el Golfo Pérsico - y Alejandro. En los diferentes territorios conquistados se realizarán continuas fundaciones de ciudades, llamadas Alejandría, que servirían para un estricto control de la zona donde se asentaban.

A punto de cumplir los 33 años, el 30 de junio de 323 a. C., fallecía Alejandro en Babilonia. Se apunta a un posible envenenamiento promovido por su anterior maestro, Aristóteles. Algunos consideran que murió de malaria, mientras que otros plantean la leucemia como la causa de la muerte. Tras de sí Alejandro dejaba una serie de proyectos de expansión, siendo el más importante el control de la península Arábiga, fundamental para lograr el comercio de especias. El inmenso territorio conquistado será dividido a su muerte entre sus generales, abriéndose el periodo conocido como Mundo Helenístico.


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