Las herejías

El término "herejía" viene del griego heresis (elección) que en la Sagrada Escritura aparece con el sentido de grupo o facción, o también de división. En este sentido adquirió ya un carácter negativo y condenatorio en los primeros tiempos de la Iglesia. El Código de Derecho Canónico, que norma la vida de la comunidad católica, señala que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma».

La herejía, por tanto, es la oposición voluntaria a la autoridad de Dios depositada en Pedro, los Apóstoles y sus sucesores y lleva a la excomunión inmediata o latae sententiae, es decir, a la separación de los sacramentos de la Iglesia.

No hay que confundir la herejía con la apostasía que es «el rechazo total de la fe cristiana», o con el cisma que es «el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos».

En la historia, ya desde el tiempo de los Apóstoles aparecieron las herejías como heridas a la unidad de la Iglesia, polarizando elementos de la doctrina cristiana y negando otros o sosteniendo visiones que pretendían unir sincréticamente la doctrina cristiana con otras religiones.



En el tiempo de las persecuciones y de los mártires surgieron también -tanto al interior de la Iglesia como provenientes de afuera- diversas herejías, y frente a ellas no faltaron tampoco defensores de la ortodoxia de la fe y de la recta interpretación de las Sagradas Escrituras.

Esta situación se repitió también después de que en el año 313 el Edicto de Milán, promulgado por Constantino el Grande y Licinio Liciniano, diera fin a las persecuciones oficiales contra la Iglesia, y pudo ésta gozar de relativa libertad. En esta época aparecieron las "grandes herejías", llamadas así porque se extendieron a lo largo y ancho del imperio romano, que paulatinamente iba cristianizándose, y también por el número de los seguidores que se enrolaban en sus filas, sin excluir sacerdotes y obispos.


Las principales herejías

Gnosticismo

El gnosticismo ha sido siempre una grave amenaza para la Iglesia. Se impuso especialmente entre los siglos I y III, llegando a su máxima expansión en el siglo II. El nombre, que viene del griego gnosis (conocimiento), se debe a que los miembros de este movimiento afirmaban la existencia de un tipo de conocimiento especial, superior al de los creyentes ordinarios y, en cierto sentido, superior a la misma fe. Este conocimiento supuestamente conducía por sí mismo a la salvación. Los gnósticos erigieron sistemas de pensamiento en los que unían doctrinas judías o paganas con la revelación y los dogmas cristianos. Profesaban un dualismo en el que identificaban el mal con la materia, la carne o las pasiones, y el bien con una sustancia pneumática o espíritu.

Docetismo
El docetismo del griego dokein (parecer) reducía la encarnación del Verbo a una mera apariencia, un mero parecer humano de Cristo. Su cuerpo no sería un cuerpo real sino una apariencia de cuerpo. Ésta visión brota de una concepción pesimista de la carne y de todo el mundo material propia del gnosticismo, del cual proviene esta herejía.

Mandeísmo
Del arameo manda (conocimiento), secta gnóstica, también llamada de los Nasareos, que se desarrolló en los siglos I y II en el moderno Jordán. Eran similares en sus creencias a los maniqueos y unían elementos de pensamiento cristiano con elementos gnósticos. Los mandeos, dada su influencia gnóstica, creen que el alma humana se halla cautiva del cuerpo y del universo material y que sólo se puede salvar mediante el conocimiento revelado, una vida ética estricta y la observancia de ciertos ritos.

Maniqueísmo
Secta religiosa fundada por un Persa llamado Mani (o Manes) en el siglo tercero y que se extendió a través del oriente llegando incluso al Imperio Romano. La expansión del maniqueísmo en el oriente del Imperio Romano fue tan rápida y creciente, que Diocleciano condenó la creencia en el año 297. Los maniqueos -a semejanza de los gnósticos y los mandeos- eran dualistas y creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el bien y el mal, que eran asociados a la luz (Ormuz) y a las tinieblas (Ahrimán) y posteriormente al Dios del Antiguo Testamento (mal) y del Nuevo Testamento (bien). Para ellos Jesús era el Hijo de Dios, pero que había venido a la tierra a salvar su propia alma. Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habían sido enviadas a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual.

Monarquianismo (modalismo - adopcionismo)
A finales del siglo II, enseñó que en Dios no hay más que una persona. Según la forma de explicar la persona de Jesucristo, se dividieron en dos grupos o tendencias: monarquianismo modalista (Modalismo) y monarquianismo dinamista o adopcionista (adopcionistas).
El monarquianismo dinamista o adopcionista sostiene que Cristo es tan sólo un hombre aunque nacido sobrenaturalmente de la Virgen María por obra del Espíritu Santo. Este hombre habría recibido en el bautismo un particular poder divino y la adopción como hijo de parte de Dios. Las ideas de esta herejía alcanzaron una mayor definición hacía el siglo VIII cuando fue condenada por el segundo Concilio de Nicea (787) y por el Concilio de Francfurt (794).
El monarquianismo modalista (modalismo) afirma también una única Persona divina, pero que actúa según diferentes funciones o modos. Aplicado al principio a Jesucristo, sostuvo que el mismo y único Dios que era el Padre había sufrido la pasión y la cruz por nosotros, y recibió el nombre de patripasianismo. Más tarde se extendió también al Espíritu Santo, desarrollándose así la doctrina completa, que sostenía que las tres personas de la Trinidad no eran más que tres modos, máscaras o funciones por medio de las cuales actuaba la única Persona divina.

Ebionismo
Los ebionitas, también llamados "nazarenos" a causa de su ideal de vida pobre, y que tomando como base un rígido monoteísmo unipersonal, negaron la divinidad de Cristo por ser incapaces de concebir una única sustancia divina en varias personas. Se extendieron desde Persia hasta Siria. Afirmaban que Cristo no es Dios, sino un simple hombre; las corrientes más moderadas, en cambio, admitían también su origen divino. Sostenían que Jesús era un ser humano nacido de María y José, que había recibido al "Cristo" en el bautismo como un tipo de virtud divina que le revelaba a Dios y le daba el poder de hacer milagros; esta virtud se apartó de su cuerpo en el momento de su muerte. Según San Ireneo en su Adversus omnes Haereses, San Juan escribió su Evangelio para refutar los numerosos errores sostenidos por Cerinto.

Arrianismo y semiarrianismo El arrianismo tomó su nombre de Arrio (260-336) sacerdote y después obispo libio, quien propagó la idea de que Jesucristo no era Dios, sino que había sido creado por éste como punto de apoyo para su Plan. Si el Padre ha creado al Hijo, el ser del Hijo tiene un principio; ha habido, por lo tanto, un tiempo en que él no existía. Al sostener esta teoría, negaba la eternidad del Verbo, lo cual equivale a negar su divinidad. Aunque Arrio centró toda su enseñanza en despojar de la divinidad a Jesucristo, incluyó también al Espíritu Santo, que igualmente era una creatura, e incluso inferior al Verbo.
El Emperador Constantino el Grande se vio forzado a intervenir para encontrar una solución y convocó el Concilio de Nicea el 20 de mayo del 325 D.C., donde el partido anti-arriano bajo la guía de Atanasio, diácono de Alejandría, logró una definición ortodoxa de la fe y el uso del término homoousios (consustancial, de la misma naturaleza) para describir la naturaleza de Cristo: «Creemos en un solo Dios Padre omnipotente... y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre...»

Macedonianismo
Herejía promovida por varios obispos arrianos, quienes enseñaban que en la Trinidad existía una jerarquía de personas, en la que el Hijo sería inferior al Padre y el Espíritu Santo sería inferior a ambos. La herejía recibe su nombre del obispo semiarriano Macedonio. Contra los errores de estos grupos, San Atanasio, los tres Padres Capadocios (San Basilio, San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa) y Dídimo de Alejandría defendieron la divinidad del Espíritu Santo y su consustancialidad con el Padre. Esta herejía fue condenada por un Sínodo en Alejandría (362) bajo la presidencia de San Atanasio, por el segundo Concilio de Constantinopla (381) y por un Sínodo Romano (382) presidido por el Papa Dámaso. El Concilio de Constantinopla añadió un importante artículo al símbolo de Nicea, en el que se afirma la divinidad del Espíritu Santo.

Nestorianismo
Toma su nombre de Nestorio, patriarca de Constantinopla, quien fue el primero en difundir la doctrina. Herejía que en el siglo V enseñaba la existencia de dos personas separadas en Cristo encarnado: una divina, el Hijo de Dios; y otra humana, el hijo de María, unidas con una voluntad común, ligadas entre sí por una simple unidad accidental o moral. El hombre Cristo no es Dios, sino portador de Dios. Por la encarnación el Logos-Dios no se ha hecho hombre en sentido propio, sino que ha pasado a habitar en el hombre Jesucristo, de manera parecida a como Dios habita en los justos.
Se opusieron al nestorianismo importantes prelados, encabezados por San Cirilo de Alejandría. La herejía fue condenada y la doctrina aclarada en el Concilio de Éfeso en el año 431, y en el Concilio de Calcedonia en el año 451.

Monofisismo
Herejía de los siglos V y VI que enseño que solo había una naturaleza en la persona de Cristo, la divina. Se oponía a la doctrina del Concilio de Calcedonia (451) sobre las dos naturalezas de Cristo. Surgió en parte como una reacción contra el nestorianismo. A pesar de haber sido condenados en el segundo Concilio de Constantinopla (553), el Monofisismo encontró apoyo en Siria, Armenia y especialmente entre los cristianos coptos en Egipto en dónde todavía existe incluso con una estructura ordenada en las Iglesias Armenia y Copta entre otras.

Monotelismo
Herejía del siglo VII que sostenía que Cristo poseía dos naturalezas; pero afirmaba que tenía una sola voluntad. La herejía se originó de un intento de reconciliar las ideas de la herejía monofisita con la ortodoxia cristiana. El Monotelismo fue condenado definitivamente por el tercer Concilio de Constantinopla (680), en el cual se afirmó
«dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin conmutación, sin separación, sin confusión»
Montanismo
Herejía de tendencias apocalípticas y semi-místicas, que fue iniciada en la última mitad del siglo II en la región de Frigia (Asia Menor) por un profeta llamado Montano. Creía que la santa Jerusalén iba a descender pronto sobre la villa de Pepuza y, con la ayuda de dos discípulas, predicó una ascética intensa, ayuno, pureza personal y deseo ardiente de sufrir el martirio. Los montanistas adoptaron la idea de que tal estilo de vida era esencial en vistas al inminente regreso de Cristo y debido a que después del nacimiento no podía haber perdón.

Albigenses
Famosa secta herética de los siglos XII y XIII, que se extendió por el sur y centro de Francia en la ciudad de Albi, de la cual tomó su nombre. Considerada en cierto sentido como un rebrote del maniqueísmo, la herejía se extendió con rapidez por Europa, ganando seguidores por todos lados, quienes tomaron nombres diversos, como el de cátaros. Al igual que los maniqueos, creían en un dualismo entre el principio del bien y el principio del mal, y entre el espíritu y la materia, originándose éstos en aquéllos respectivamente. Sostenían además que Cristo fue en verdad un ángel, y que su muerte y resurrección tenían un sentido meramente alegórico. En consecuencia, consideraban que la Iglesia Católica, con su realidad terrena y la difusión de la fe en la Encarnación de Cristo, era una herramienta de corrupción.
La Iglesia condenó la herejía en varios sínodos y concilios. Esta situación desembocó en una auténtica guerra (Cruzada) que acabó con la secta.

Valdenses
Secta herética fundada por Pedro Valdo, un rico mercader de Lyon que dejó en 1173 todas sus posesiones y se convirtió en un predicador laico que viajaba de ciudad en ciudad. Valdo y sus seguidores, llamados también "los Pobres de Lyon", predicaron contra la jerarquía eclesiástica. Su predica sencilla y basada únicamente en la Biblia tuvo más éxito que la de los cátaros, con quienes erróneamente se los identificaba. Sus ideas poco ortodoxas acerca del número de los sacramentos, de la invalidez de los sacramentos administrados por sacerdotes indignos y su rechazo del Purgatorio hizo necesaria la acción correctiva de las autoridades seculares y eclesiásticas y su excomunión junto con los cátaros en el Concilio de Verona en 1184. Sus posturas anticlericales y anti-jerárquicas los acercaron a los promotores de la revuelta protestante en el siglo XVI, hasta el punto de convertirse en una confesión de fe protestante tras repudiar formalmente a la Iglesia Católica en el Sínodo de Chanforans.

 

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