Las Iglesias Cristianas. 1- La Pentarquía

En los primeros años de la historia cristiana se trataba como 'padre' a todos los obispos, pero, poco a poco, fue reservándose el título de patriarca para los metropolitanos de algunas diócesis, todas ellas fundadas por uno de los apóstoles, que tenían una relevancia especial en el gobierno de la Iglesia universal. Esta denominación específica aparece en los escritos de los Padres de la Iglesia, y ya está plenamente aceptada y establecida en el Concilio de Nicea I (325), donde el tratamiento y dignidad patriarcales se reserva sólo para cuatro obispos metropolitanos. Por orden de importancia, los patriarcados originales eran:

El Patriarcado de Occidente, Papa y obispo de Roma. Este obispado fue fundado por San Pedro.
El Patriarcado de Constantinopla. Este obispado fue fundado por San Andrés.
El Patriarcado de Alejandría. Este obispado fue fundado por San Marcos.
El Patriarcado de Antioquía. Este obispado fue fundado por San Pedro y San Pablo.

 
En el Concilio de Constantinopla I (381) se enumeran estos cuatro patriarcados como cúspide de la organización eclesiástica y se declara que, después del Papa de Roma, el de Constantinopla «tendría primacía de honor, después del obispo de Roma, puesto que Constantinopla es la Nueva Roma», quedando este Patriarca en un rango superior sobre los antiguos Patriarcados de Alejandría y Antioquía.

En ese concilio se establece definitivamente la estructura jerárquica de la Iglesia, donde el Patriarca de Occidente ocupa la cúspide de la pirámide episcopal, con derecho de intervención, auxilio, consejo y arbitraje sobre los otros patriarcados, y se hace destacar al Patriarca de Constantinopla sobre sus tres compañeros orientales, aunque sujeto al arbitraje papal.

En el concilio de Calcedonia (451) se eleva la sede hierosolimitana a Patriarcado, el Patriarcado de Jerusalén. Este obispado había sido fundado por Santiago el Menor y tenía una importancia simbólica dentro de la Iglesia. También en este Concilio se fijó la estructura piramidal de la cúpula jerárquica de la Iglesia de Oriente y se reconoció una gran expansión de las fronteras del Patriarcado de Constantinopla y un consecuente aumento de su autoridad sobre los obispos de las diócesis situadas “entre los bárbaros”, además de otorgarle poderes jurisdiccionales sobre sus colegas orientales.

A estos cinco patriarcas (Roma, Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén) se los ha conocido posteriormente como La Pentarquía.

Estas cinco Iglesias, de orígenes apostólicos, tomaron parte en los siete primeros concilios ecuménicos. A pesar de los conflictos y rivalidades entre ellas, consiguieron guardar relaciones a nivel de igualdad de primacía aunque reconociendo a la Iglesia de Roma un puesto de honor.

El Gran Cisma de Oriente y Occidente en 1054 marcó la ruptura de la unión y el final de la Pentarquía original.
Sin embargo antes de la gran separación entre la Iglesia Católica Ortodoxa y la Iglesia Católica Romana, se habían producido distintas escisiones.


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