Amundsen nació en 1872, cerca de la ciudad de Sarpsborg, al sudeste de Noruega. Tras abandonar una planificada carrera de medicina, decidió dedicar su vida a la exploración polar. Como marinero cualificado, trabajó a bordo de un barco mercante en el Ártico hasta embarcarse contratado como primer oficial en el “Bélgica”, el primer barco que permaneció un invierno en el Antártico.
La experiencia que adquirió en estos viajes proporcionó a Amundsen suficiente confianza para abordar un reto que habían afrontado todos los navegantes desde hacía trescientos años: el paso del noroeste. Los exploradores supieron durante mucho tiempo de la existencia de ese paso que unía Europa con Asia, al norte de América del Norte, pero ningún barco había conseguido atravesarlo en toda su longitud. Amundsen compró un robusto barco de 45 toneladas, el “Gjoa”, que, equipado con velas y con un motor de 13 caballos de vapor, zarpó del fiordo de Oslo en el verano de 1903 y, con sus seis tripulantes, se dispuso a hacer la travesía por las descongeladas aguas del paso del noroeste.
La expedición tuvo éxito y, en agosto de 1906, el “Gjoa” se abrió paso a través de los tramos finales. Durante el recorrido, también recogieron abundantes datos científicos, de los que el más importante era el referente al magnetismo de la Tierra y las observaciones de la localización exacta del Polo Norte magnético. Además, recopilaron material etnográfico relativo a la población esquimal que habitaba a lo largo del pasaje del noroeste.
Animado por este primer triunfo, Amundsen volvió su atención hacia el Polo Norte. Planeó dejar que su barco quedara atrapado en los hielos al norte del estrecho de Bering, pero el respaldo financiero era difícil de conseguir. En septiembre de 1909 llegaron noticias de que los americanos Robert Peary y Fredrick Cook habían alcanzado el Polo. Amundsen decidió entonces posponer su expedición al Polo Norte y hacer mientras tanto una tentativa de alcanzar el Polo Sur antes que Robert Falcon Scott, que ya había partido hacia el Antártico a la cabeza de una gran expedición.
En agosto, Amundsen puso rumbo al Sur a bordo del “Fram”. Para atravesar el estrecho de Bering, los barcos debían entonces rodear el Cabo de Hornos. Por tanto, nadie sospechaba un cambio de planes cuando el “Fram” se dirigió hacia el Sur. Cuando el navío se detuvo en Madeira, Amundsen informó a los miembros de la expedición de que iban rumbo al Sur y no al Norte. Enviaron un telegrama a Scott, informando de que la expedición noruega se dirigía al Antártico.
Amundsen situó su campamento base en la Bahía de las Ballenas, más cerca del Polo Sur que el punto de partida de Scott, McMurdo Sound. A pesar de que el terreno entre la Bahía de las Ballenas y el Polo no se conocía, Scott seguiría una ruta marcada por su compatriota Shackleton en 1908.
El 19 de octubre de 1911, Amundsen abandonó el campamento base con sus cuatro compañeros, cuatro trineos y 52 perros. La misión de Amundsen sólo tenía una meta: alcanzar el Polo rápidamente. Dos meses después se cumplió esta tarea, cinco semanas antes de que Scott y sus exhaustos hombres llegaran al Polo y encontraran la bandera y la tienda de Amundsen.
El 14 de diciembre de 1911, la bandera noruega se izó en el Polo. El equipo noruego había cruzado la peligrosa Barrera de Ross, para alcanzar la falda de una cadena montañosa enlazada con glaciares. Continuar avanzando parecía peligroso, pero gracias a la pericia y a una justa porción de buena suerte, los hombres forzaron su subida al Glaciar Heiberg, cruzaron la cadena montañosa y llegaron a la meseta que llevaba al Polo.
Para un explorador del calibre de Amundsen, no había desafíos mayores, pero todavía había una cosa que quería hacer: explorar el Océano Ártico desde el aire. En 1925, llevó a cabo una osada expedición en dos hidroaviones, el N24 y el N25. Los aviones tuvieron que realizar un aterrizaje forzoso sobre el hielo a 88 grados norte, pero el equipo consiguió que uno de ellos volara de nuevo y volviera a Svalbard tres semanas después.
Al año siguiente, Roald Amundsen, junto con Ellsworth y el italiano Umberto Nobile, dirigió una expedición a bordo del dirigible “Norge” (Noruega), desde Svalbard pasando por el Polo Norte hasta Alaska. Los exploradores pasaron sobre territorios desconocidos hasta entonces, rellenando el territorio en blanco en el mapa del mundo.
La exploración del Ártico constituyó la vida entera de Amundsen, pero también sería la causa de su muerte. Cuando Nobile, dos años después, embarcó en una segunda expedición al Ártico volando a bordo del “Italia”, hermano gemelo del “Norge”, la expedición desapareció. Amundsen reunió un grupo de búsqueda que partió en un intento de dar con los desaparecidos. Un segundo grupo de búsqueda encontró el dirigible y a Nobile, vivo, pero Amundsen y sus compañeros nunca volvieron.
Roald Amundsen |
La experiencia que adquirió en estos viajes proporcionó a Amundsen suficiente confianza para abordar un reto que habían afrontado todos los navegantes desde hacía trescientos años: el paso del noroeste. Los exploradores supieron durante mucho tiempo de la existencia de ese paso que unía Europa con Asia, al norte de América del Norte, pero ningún barco había conseguido atravesarlo en toda su longitud. Amundsen compró un robusto barco de 45 toneladas, el “Gjoa”, que, equipado con velas y con un motor de 13 caballos de vapor, zarpó del fiordo de Oslo en el verano de 1903 y, con sus seis tripulantes, se dispuso a hacer la travesía por las descongeladas aguas del paso del noroeste.
La expedición tuvo éxito y, en agosto de 1906, el “Gjoa” se abrió paso a través de los tramos finales. Durante el recorrido, también recogieron abundantes datos científicos, de los que el más importante era el referente al magnetismo de la Tierra y las observaciones de la localización exacta del Polo Norte magnético. Además, recopilaron material etnográfico relativo a la población esquimal que habitaba a lo largo del pasaje del noroeste.
Animado por este primer triunfo, Amundsen volvió su atención hacia el Polo Norte. Planeó dejar que su barco quedara atrapado en los hielos al norte del estrecho de Bering, pero el respaldo financiero era difícil de conseguir. En septiembre de 1909 llegaron noticias de que los americanos Robert Peary y Fredrick Cook habían alcanzado el Polo. Amundsen decidió entonces posponer su expedición al Polo Norte y hacer mientras tanto una tentativa de alcanzar el Polo Sur antes que Robert Falcon Scott, que ya había partido hacia el Antártico a la cabeza de una gran expedición.
En agosto, Amundsen puso rumbo al Sur a bordo del “Fram”. Para atravesar el estrecho de Bering, los barcos debían entonces rodear el Cabo de Hornos. Por tanto, nadie sospechaba un cambio de planes cuando el “Fram” se dirigió hacia el Sur. Cuando el navío se detuvo en Madeira, Amundsen informó a los miembros de la expedición de que iban rumbo al Sur y no al Norte. Enviaron un telegrama a Scott, informando de que la expedición noruega se dirigía al Antártico.
Amundsen situó su campamento base en la Bahía de las Ballenas, más cerca del Polo Sur que el punto de partida de Scott, McMurdo Sound. A pesar de que el terreno entre la Bahía de las Ballenas y el Polo no se conocía, Scott seguiría una ruta marcada por su compatriota Shackleton en 1908.
El 19 de octubre de 1911, Amundsen abandonó el campamento base con sus cuatro compañeros, cuatro trineos y 52 perros. La misión de Amundsen sólo tenía una meta: alcanzar el Polo rápidamente. Dos meses después se cumplió esta tarea, cinco semanas antes de que Scott y sus exhaustos hombres llegaran al Polo y encontraran la bandera y la tienda de Amundsen.
El 14 de diciembre de 1911, la bandera noruega se izó en el Polo. El equipo noruego había cruzado la peligrosa Barrera de Ross, para alcanzar la falda de una cadena montañosa enlazada con glaciares. Continuar avanzando parecía peligroso, pero gracias a la pericia y a una justa porción de buena suerte, los hombres forzaron su subida al Glaciar Heiberg, cruzaron la cadena montañosa y llegaron a la meseta que llevaba al Polo.
Para un explorador del calibre de Amundsen, no había desafíos mayores, pero todavía había una cosa que quería hacer: explorar el Océano Ártico desde el aire. En 1925, llevó a cabo una osada expedición en dos hidroaviones, el N24 y el N25. Los aviones tuvieron que realizar un aterrizaje forzoso sobre el hielo a 88 grados norte, pero el equipo consiguió que uno de ellos volara de nuevo y volviera a Svalbard tres semanas después.
Al año siguiente, Roald Amundsen, junto con Ellsworth y el italiano Umberto Nobile, dirigió una expedición a bordo del dirigible “Norge” (Noruega), desde Svalbard pasando por el Polo Norte hasta Alaska. Los exploradores pasaron sobre territorios desconocidos hasta entonces, rellenando el territorio en blanco en el mapa del mundo.
La exploración del Ártico constituyó la vida entera de Amundsen, pero también sería la causa de su muerte. Cuando Nobile, dos años después, embarcó en una segunda expedición al Ártico volando a bordo del “Italia”, hermano gemelo del “Norge”, la expedición desapareció. Amundsen reunió un grupo de búsqueda que partió en un intento de dar con los desaparecidos. Un segundo grupo de búsqueda encontró el dirigible y a Nobile, vivo, pero Amundsen y sus compañeros nunca volvieron.
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