El culto de los judíos etíopes (falashas)

 
Falashas en Etiopía

Los Beta Israel («Casa de Israel») –conocidos generalmente con el término Falashas (en amárico «exiliados» o «extranjeros») – son los judíos de origen etíope.


 El culto que practican los falashas se basa firmemente en la Biblia hebrea sin considerar la Ley Oral o Halajá, la cual desconocen por completo. No tienen muchos conocimientos del hebreo, y para sus prácticas religiosas, utilizan el ge’ez (lengua etíope antigua). Se adhieren fanáticamente a las enseñanzas del Pentateuco y son escrupulosos en su observancia de las leyes dietéticas y de higiene, así como del calendario judío.
La forma en que profesan el culto es, en muchos aspectos, una reminiscencia de como se practicara en los días que precedieron a la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem (70 e.c.). Como los falashas se vieron aislados de la Tierra Santa y de las escuelas rabínicas en fecha primigenia, no recibieron influencia talmúdica.



Aceptan la idea de un Dios único, creador e invisible, como todos los judíos, así como la creencia en el otro mundo, juicio final, resurrección, cielo e infierno. Creen en los ángeles, y esperan al Mesías, hijo del rey David, que reinará por espacio de 40 años en Jerusalén, otros 40 en Etiopía y, después de una época de paz mundial, todos se convertirán al judaísmo.
El culto está centralizado en la sinagoga, cabaña rodeada a veces de una cerca de piedra. El sacerdote dirige el servicio religioso que consiste en oraciones, lecturas bíblicas, sacrificios y ofrendas. Los diáconos ayudan a los sacerdotes y así se preparan para su futuro cargo.


Existen, por influencia del medio ambiente cristiano, pequeñas comunidades de monjes y monjas. Éstos viven aún más apartados, guardan el celibato y, según algunos, incluso llegan a practicar la castración.

La Biblia se lee en ge’ez y luego se traduce al idioma de los fieles, a viva voz. Los sacrificios son al estilo del Antiguo Testamento: inmolan un novillo, cordero o macho cabrío y luego se reparten la carne entre el sacerdote y los fieles.
El sacrificio tiene un valor expiatorio, de purificación y también de acción de gracias. El más importante es el de Pascua. Las ofrendas consisten en pan y cerveza que, una vez bendecidos, son distribuidos entre el pueblo.

A los ocho días del nacimiento de un niño le practican la circuncisión y, al igual que otros etíopes y varios pueblos africanos, llevan a cabo la circuncisión de las niñas, o escisión del clítoris, a los 14 días unas veces o bien sin fecha fija determinada.

Existen casas de impureza, así llamadas por ser utilizadas para recluir a las mujeres durante siete días en su periodo menstrual y 40 después de haber dado a luz un hijo, si es una niña 80 días. Luego se purifican, lavan sus vestidos y se reincorporan a la vida corriente en sus casas.

Guardan con gran escrupulosidad el sábado. Ayunan desde los siete o diez años todos los lunes, jueves y novilunios, así como la víspera de Pascua, durante varios más y el día del Gran Perdón o Yóm Kippúr. En este último día también rezan y se arrepienten de sus pecados. Practican la confesión ante un sacerdote, y no sólo antes de la muerte. Guardan las fiestas según el rito judaico, excepto las de Púrim y IHánukka.

Siguen el calendario lunar y el oficial o solar. Son monógamos, aunque existe el divorcio. No gustan del comercio ambulante, son buenos trabajadores, artesanos sencillos y pacíficos. Evitan a los misioneros tanto judíos como protestantes; siguen apegados a sus tradiciones judaicas y desconocen las doctrinas rabínicas y del Talmud, es decir, que en esta época ya no tuvieron contacto con el judaísmo oficial.

A pesar de estar tan sumamente cerrados a lo exterior, en varias ceremonias del culto, traducción cristiana de la Biblia, celibato y estado monacal, etc., se nota la influencia del cristianismo monofisita de la iglesia etiópica.

Relacionados

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusta como adoran a Dios,pero hay demasiada religiosidad