El Imperio Otomano

El Imperio Otomano duró aproximadamente desde 1300 hasta 1922, y en su mayor extensión territorial abarcó tres continentes, desde Hungría al norte hasta Adén al sur, y desde Argelia al oeste hasta la frontera iraní al este, aunque su centro de poder se encontraba en la región de la actual Turquía. A través del Estado vasallo del kanato de Crimea, el poder otomano también se expandió por Ucrania y por el sur de Rusia.

Su nombre deriva de su fundador, el guerrero musulmán turco Osmán (o Utmán I Gazi), que estableció la dinastía que rigió el Imperio durante su historia (también llamada dinastía Osmanlí).


Expansión
El primer Estado otomano era un pequeño principado al noroeste de Anatolia, uno de los muchos insignificantes estados que surgieron tras el hundimiento del anterior Sultanato Selyúcida de Rum.





Imperio Otomano y sus vasallos en el s. XVII
 
Las guerras incesantes y las alianzas acertadas supusieron el éxito de los otomanos. Hacia 1325 capturaron Bursa, que se convirtió en su capital y hacia 1338 habían expulsado a los bizantinos de Anatolia. En ese mismo momento, extendieron sus territorios hacia el sur y el este a expensas de otros principados turcos, y en 1354 tomaron Ankara en la Anatolia central. El mismo año los otomanos ocuparon Gallípoli (actual Gelibolu) en el lado europeo del estrecho de los Dardanelos, que se convirtió en la base de su avance posterior en el sureste de Europa. En 1361 los otomanos tomaron Adrianópolis (Edirne) que se convirtió en su nueva capital, y hacia 1389, cuando Murat I derrotó a los serbios en la batalla de Kosovo, los otomanos tomaron Tracia, Macedonia y gran parte de Bulgaria y Serbia.

La derrota otomana a manos del conquistador mongol de Asia Central Tamerlán en 1402, demostró ser el único contratiempo para los otomanos, quienes rápidamente reconstruyeron, consolidaron y aumentaron su poder.


Estambul
  En 1453 el sultán Mehmet II conquistó Constantinopla (Estambul) y la convirtió en la tercera y última capital otomana. Las conquistas continuaron durante el siglo XVI. Bajo el reinado del sultán Selim I (el Severo) fueron derrotados los Safawíes persas de Irán (en Chaldirán, 1514), región que, junto al este de Anatolia fue añadida al Imperio; en 1516-1517 los mamelucos de Siria y Egipto corrieron igual suerte y sus territorios acabaron también anexionados. Con las posesiones mamelucas, los otomanos llegaron a los lugares sagrados musulmanes de Arabia y también heredaron el interés mameluco por el mar Rojo y el océano Índico.

El hijo y sucesor de Selim, Solimán I el Magnífico, normalmente es considerado como el mejor de los gobernantes otomanos. Durante su reinado Irak fue añadido al Imperio (1534), se estableció el control otomano al este del Mediterráneo, y, a través de la anexión de Argel y de las actividades de los corsarios de Berbería, el poder otomano fue empujado hacia el oeste del Mediterráneo. También Solimán llevó a los ejércitos otomanos hasta Europa: Belgrado fue capturada en 1521 y los húngaros fueron derrotados en la batalla de Mohács en 1526. En 1529 Solimán llevó a cabo el sitio de Viena sin éxito, ya que fue derrotado por Fernando I de Habsburgo, quien conservó algunas fortalezas húngaras. Pero la invulnerabilidad del Imperio quedó puesta de manifiesto en 1571 con la importante derrota de su flota en Lepanto, a manos de la Liga Santa formada por el Papado, Venecia y la Monarquía Hispánica.

Instituciones Otomanas
La principal ocupación del Estado otomano era la guerra y su institución más importante era su Ejército. Las primeras fuerzas otomanas estaban compuestas por una caballería turca pagada a través de concesiones de ganancias del gobierno (normalmente ganancias en tierras). Cuanta más tierra era conquistada, más ingresos tenían los gazis turcos musulmanes. Pero la caballería ligera gazi no era suficiente para la guerra constante, y desde mediados del siglo XIV los otomanos comenzaron a reclutar otras tropas asalariadas de mercenarios, esclavos, prisioneros de guerra y, desde mediados del siglo XV, una leva de jóvenes cristianos de los Balcanes. A partir de estas nuevas fuerzas surgió la famosa y muy disciplinada infantería otomana, cuyos miembros eran conocidos como los jenízaros, que fue el factor principal de los éxitos militares otomanos desde finales del siglo XV en adelante. Los otomanos también crearon un cuerpo especialista de artillería e ingenieros.

La administración otomana operaba en función de las necesidades de estas fuerzas. La administración provincial era fundamentalmente un sistema de distritos militares regidos por oficiales cuya principal obligación era reunir soldados para las campañas. Se construían carreteras y puentes para facilitar el movimiento de tropas.

En su apogeo, la administración fue muy eficiente. La administración central estaba compuesta por tres partes fundamentales: la extensa casa del sultán; los departamentos gubernamentales agrupados bajo el control del gran visir, suplente del sultán en todos los asuntos de Estado; y la institución religiosa musulmana compuesta por funcionarios musulmanes preocupados por la educación y la legislación, agrupados bajo la jefatura suprema del sayj al-islam. Los más importantes de éstos eran los cadíes (qadis), que se ocupaban de la administración local y del derecho penal.

La administración utilizaba un idioma (la lengua turca otomana) con gramática turca y vocabulario principalmente árabe y escrito en caracteres arábigos.

La población del Imperio Otomano era una mezcla cultural, lingüística y religiosa. La mayoría de la población de las provincias europeas era cristiana y pertenecía a la Iglesia ortodoxa, muchos de los cuales aceptaron el dominio otomano porque era menos oneroso que la dominación católica. En Tracia, Macedonia, Bulgaria y Albania había un extenso asentamiento musulmán, y en Bosnia se produjo una conversión en masa al islam. Los musulmanes también predominaban en algunas ciudades. En las provincias asiáticas sucedía lo contrario: la mayoría de la población era musulmana aunque había muchos cristianos en las ciudades; en Anatolia había cristianos griegos al oeste y armenios al este, y grupos numerosos de cristianos en Siria y Egipto.

Durante sus primeros tres siglos, el Imperio otomano fue próspero, y esta prosperidad se reflejó en el desarrollo de una brillante cultura: música, literatura (especialmente historia, geografía y poesía), pintura y, sobre todo, arquitectura, cuya mejor representación está en la mezquita de Solimán en Estambul, construida por el gran arquitecto de Solimán, Sinan.

Decadencia Otomana
Durante la mayor parte del siglo XVII el Imperio Otomano fue territorialmente estable pero durante los últimos años del siglo, el Imperio sufrió una sucesión de derrotas militares, primero a manos de Austria y posteriormente de Rusia en las Guerras Turco-Rusas. Los otomanos perdían sus territorios al norte del Danubio y todos los territorios al este del Dniéster también a manos rusas. En los demás territorios europeos, y en Asia y África, había muchos gobernantes más o menos autónomos sobre los que el gobierno central tenía poco control.

Reforma Otomana
Durante el siglo XIX se produjo un movimiento de reforma otomana que comenzó durante el reinado de Mahmud II. Intentó abolir el antiguo Ejército y sustituirlo por una nueva fuerza al estilo europeo. En 1826 acabó con los jenízaros. En su lugar fundó una fuerza pagada, disciplinada y reclutada que se convirtió en el principal instrumento de centralización política, y también en la principal inspiración para la modernización de otras instituciones otomanas.

Además, se precisaba un sistema educativo moderno para suministrar oficiales al Ejército y funcionarios al Estado. También se realizaron importantes reformas jurídicas e importantes desarrollos en comunicaciones (telégrafo y ferrocarril).

Así, la centralización fue el principal asunto tratado durante el Tanzimat, nombre dado al movimiento de reforma entre 1839 y 1878. También había otro segundo y contradictorio problema, que no era otro que el concepto de liberalización, con el que se pretendía conceder a los ciudadanos derechos y libertades más amplias, y en particular dar a los no musulmanes los mismos derechos y deberes que a los musulmanes. En gran medida este segundo aspecto fue impuesto a los otomanos por la presión de las grandes potencias europeas en nombre de los cristianos otomanos como parte de la denominada Cuestión Oriental.

En la década de 1860, un grupo de hombres jóvenes conocidos como los Nuevos Otomanos, solicitaron una variedad de reformas, incluida la petición de una constitución. En 1876, los ministros reformistas promulgaron una Constitución, aunque fue anulada en 1878. Siguieron una serie de conspiraciones revolucionarias por grupos conocidos normalmente como Jóvenes Turcos, que culminaron en una revolución militar en 1908, con la caída del gobierno despótico del sultán Abdülhamit II y la reinstauración de la Constitución. Los conspiradores militares estaban relacionados con un grupo de oposición denominado Comité de Unión y Progreso, que en 1913 tomó el control del Imperio y comenzó a introducir nuevas reformas más radicales.

Colapso Otomano
Gradualmente las provincias se hicieron autónomas: Grecia (1829), Serbia (1830) y los principados de Moldavia y Valaquia (actual Rumania) que se unificaron en 1859. Grecia se independizó en 1830, Serbia, Rumania y Montenegro en 1878, así como parte de Bulgaria. Hacia 1885 los territorios otomanos en Europa se redujeron a Macedonia, Albania y Tracia, y todos ellos, exceptuando Tracia, dejaron de pertenecer al Imperio como resultado de las Guerras Balcánicas de 1912-1913. También los otomanos perdieron el control del norte de África: Argelia fue tomada por Francia en 1830 y Túnez en 1881. Inglaterra ocupó Egipto en 1882 e Italia se anexionó Libia en 1912. Pero los otomanos conservaron las provincias asiáticas e incluso aumentaron su poder en Arabia.

Aunque había algunas muestras de oposición nacionalista en las provincias árabes, se limitaron a una pequeña minoría, y en 1914 no había razones que hicieran pensar que el poder otomano no perduraría en Asia.

El colapso y la extinción del Imperio Otomano fue consecuencia de la I Guerra Mundial. El gobierno cometió el error de entrar en la guerra del lado de los Imperios Centrales, y la derrota de Alemania significó el final de los otomanos. Éstos no tuvieron demasiados problemas durante los dos primeros años de la guerra, aunque sufrieron derrotas a manos de Rusia al este de Asia Menor. Pero en 1917-1918, cuando comenzaron en Irak y Siria nuevas ofensivas británicas, las fuerzas otomanas comenzaron a declinar y tras la firma del Armisticio de Mudros (octubre de 1918) los otomanos habían perdido todo menos Anatolia. Los otomanos se vieron obligados a firmar el Tratado de Sèvres (1920), a través del cual no sólo perdían las provincias árabes sino también sufrían la división de Anatolia.

En oposición a los planes aliados, y en concreto a la invasión de Izmir por Grecia en mayo de 1919, surgió un movimiento nacionalista bajo el liderazgo de Mustafá Kemal Atatürk; este movimiento llevó a cabo la resistencia armada hasta que en 1922 los griegos fueron derrotados y expulsados de Anatolia y del este de Tracia. El sultán Mehmet VI se había comprometido por su aquiescencia con la política de los aliados, y el 1 de noviembre de 1922 se abolió la dinastía otomana y el Imperio llegó a su conclusión. Un año después fue sustituido por la República de Turquía.

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