El Imperio Bizantino

El Imperio Bizantino (llamado también Imperio Romano de Oriente) fue un imperio cristiano medieval de cultura griega cuya capital estaba en Constantinopla o Bizancio (actual Estambul).


Estandarte de
Constantino el Grande
 Los orígenes del Imperio Bizantino se remontan a la etapa final del Imperio Romano. Inicialmente abarcaba todo el Mediterráneo oriental, pero con el tiempo fue sufriendo importantes reducciones territoriales.

Se considera como acta de nacimiento del Imperio Bizantino la muerte de Teodosio I, en 395, cuando el Imperio Romano fue definitivamente dividido en dos mitades, oriental y occidental.

"Imperio Bizantino" es un término moderno que hubiera resultado extraño a sus contemporáneos. El nombre original del Imperio en griego era Romania (Ρωμανία) o Basileía Romaíon (Βασιλεία Ρωμαίων), traducción directa del nombre en latín del Imperio Romano, Imperium Romanorum.





Bandera del Imperio Bizantino

Los bizantinos se identificaban a sí mismos como romanos, y continuaron usando el término cuando se convirtió en sinónimo de helenos. Prefirieron llamarse a sí mismos, en griego, romioi (es decir pueblo griego cristiano con ciudadanía romana), al tiempo que desarrollaban una conciencia nacional como residentes de Romania (Romania es como el estado bizantino y su mundo fueron llamados en su tiempo).

Aun cuando los antiguos griegos no fueran cristianos, los bizantinos los reclamaban como sus ancestros. En efecto, los bizantinos no solo se referían a ellos mismos como "romioi" como forma de retentar tanto su ciudadanía romana y su herencia ancestral.

La disolución del estado bizantino en el siglo XV no deshizo inmediatamente la sociedad bizantina. Durante la ocupación otomana, los griegos continuaron identificándose como romanos y helenos, identificación que sobrevivió hasta principios del siglo XX y que aún persiste en la moderna Grecia.


Máxima expansión del Imperio Bizantino

Las mayores concentraciones de población estuvieron siempre en la parte asiática del Imperio, especialmente en el litoral egeo de Asia Menor.

En cuanto a las ciudades, el crecimiento de Constantinopla fue espectacular en los siglo IV y V. Mientras que la capital de Occidente, Roma, había declinado considerablemente desde los tiempos de Augusto, en que llegó a tener cerca del millón de habitantes, hasta el siglo V, con sólo unos 100.000, Constantinopla, que en el momento de su fundación contaba escasamente con 30.000 habitantes, llegó en época de Justiniano a los 400.000.
Pero Constantinopla no era la única gran ciudad del Imperio. La población de Alejandría en esa misma época se ha estimado en torno a los 300.000 habitantes, algo mayor que Antioquía (unos 250.000), seguida de otras ciudades como Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Trebisonda, Edesa, Nicea, Tesalónica, Tebas y Atenas.

Uno de los rasgos más característicos de la civilización bizantina es la importancia de la religión y del estamento eclesiástico en su ideología oficial. Iglesia y Estado, emperador y patriarca, se identificaron progresivamente, hasta el punto de que el apego a la verdadera fe (la "ortodoxia") fue un importante factor de cohesión política y social en el Imperio Bizantino, lo que no impidió que surgieran numerosas corrientes heréticas.

En el siglo IX destaca la figura del patriarca Focio, que por primera vez rechazó el primado de Roma, abriendo una historia de desencuentros que culminaría en 1054, con el llamado Gran Cisma de Oriente y Occidente. Focio se esforzó también en equiparar el poder del patriarca al del emperador, postulando una especie de diarquía o gobierno compartido.

El cisma contribuyó, sin embargo, a la transformación de la Iglesia Ortodoxa en una iglesia nacional. Esto se reforzó más aún con la humillación sufrida en 1204 por la invasión de los cruzados y el traslado temporal de la sede patriarcal a Nicea (durante la coexistencia del
Imperio Latino y el Imperio de Nicea).

La desaparición del Imperio Bizantino se produjo con la caída de Constantinopla en poder de los turcos otomanos en 1453. Sin embargo, la desaparición del estado bizantino no acabó con los sentimientos nacionalistas del pueblo, ya que los actuales habitantes de Grecia se consideran herederos de la tradición bizantina.


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