David

David
En la Biblia, el nombre de David sólo lo ostenta el segundo rey de Israel. Era el más joven de los ocho hijos de Isaí, o Jesé, un pequeño propietario de la tribu de Judá que habitaba en Belén, donde nació David. Según la cronología usual, David nació en 1085 y reinó de 1055 a 1015 a.C.

Aparece primero en la historia sagrada como un joven pastor que cuidaba los rebaños de su padre en los campos cercanos a Belén, "rubio, de bellos ojos y hermosa presencia”.

Samuel, el profeta y último de los jueces, fue enviado a ungirlo en lugar de Saúl, a quien Dios había rechazado por su desobediencia; esta unción lo marcó como sucesor al trono después de la muerte de Saúl.


Mientras sus tres hermanos mayores estaban en el campo, luchando bajo Saúl contra los Filisteos, David fue enviado al campamento con algunos comestibles y regalos; allí oyó las palabras con las que el gigante, Goliat de Gat, desafiaba a todo Israel a un combate singularizar y él se ofreció para matar al filisteo con la ayuda de Dios. Su victoria sobre Goliat provocó la derrota del enemigo.


 
David

La victoria de David sobre Goliat le ganó la amistad entrañable de Jonatán, el hijo de Saúl. Obtuvo un lugar permanente en la corte, pero su gran popularidad y las imprudentes canciones de las mujeres excitaron los celos del rey, que intentó matarlo en dos ocasiones. Por mediación de Jonatán fue perdonado durante un tiempo, pero el odio de Saúl le obligó finalmente a huir de la corte.

Como vasallo del rey filisteo, se estableció en Sicelag, desde donde hizo incursiones a las tribus vecinas, devastando sus tierras y no dejando con vida hombre ni mujer. Sin embargo, cuando los filisteos se prepararon para emprender la guerra contra Saúl, los otros príncipes filisteos no fueron partidarios de confiar en David, y él regresó a Sicelag. Durante su ausencia había sido atacada por los amalecitas. David los persiguió, destruyó sus fuerzas y recuperó todo su botín. Entretanto había tenido lugar la fatal batalla en el monte de Gelboé, en la que Saúl y Jonatán fueron muertos.

Por mandato de Dios, David, que tenía ahora treinta años, subió a Hebrón para reclamar el poder real. Los hombres de Judá lo aceptaron como rey y fue ungido de nuevo, solemne y públicamente. El resto de Israel permanecía fiel a Isbóset, hijo de Saúl. Israel atacó las fuerzas de David, pero fue derrotado en Gabaón. La guerra civil continuó durante algún tiempo, pero el poder de David aumentaba continuamente. Isbóset fue asesinado por dos benjamitas y David fue aceptado por todo Israel y ungido rey. Su reinado en Hebrón sobre Judá había durado siete años y medio.

En Hebrón tuvo seis hijos: Amnón, Quilab, Absalón, Adonías, Sefatías, y Yitreán.

David tuvo éxito en sus sucesivas guerras, haciendo de Israel un estado independiente y provocando que su propio nombre fuera respetado por todas las naciones circundantes. Una notable hazaña fue, al principio de su reinado, la conquista de la ciudad jebusita de Jerusalén, a la que hizo capital de su reino, “la ciudad de David”, el centro político de la nación. Construyó un palacio, tomó más esposas y concubinas, y engendró más hijos e hijas. Habiéndose liberado del yugo de los filisteos, resolvió hacer de Jerusalén el centro religioso de su pueblo, transportando el Arca de la Alianza desde Baalá. La trajo a Jerusalén y la puso en la nueva tienda construida por el rey. Después, cuando propuso construir un templo para ella, le fue dicho, por el profeta Natán, que Dios había reservado esta tarea para su sucesor. En premio a su piedad, le fue hecha la promesa de que Dios le construiría a una casa y establecería su reino para siempre.

Cuando el Arca fue llevada a Jerusalén, David emprendió la organización del culto religioso. Las funciones sagradas se confiaron a 24.000 levitas; además 6.000 fueron escribas y jueces, 4.000 porteros, y 4.000 cantores. Organizó las diversas partes de los ritos, y asignó a cada sección sus tareas. Los sacerdotes estaban divididos en veinticuatro familias; los músicos en veinticuatro coros. A Salomón había sido reservado el privilegio de construir la casa de Dios, su Templo; pero David hizo amplias preparaciones para el trabajo reuniendo tesoros y materiales, así como transmitiendo a su hijo un plan para el edificio y todo sus detalles.

David estaba dotado de amplias habilidades poéticas y musicales. Su conexión con el Libro de los Salmos, muchos de los cuales se le atribuyen expresamente, fue tomada para atribuirle por parte de muchos, todo el Salterio.


David no fue meramente un rey y gobernante, también fue un profeta. Los Salmos mesiánicos se refieren al sufrimiento, la persecución y la liberación triunfante de Cristo, o a las prerrogativas conferidas a Él por el Padre. Además de estas profecías directas, el propio David siempre ha sido considerado como un modelo del Mesías. En esto la Iglesia siguió las enseñanzas de los profetas del Antiguo Testamento. El Mesías sería el gran rey teocrático; David, el antepasado del Mesías, era un rey según el corazón de Dios. Se atribuyen sus cualidades y su mismo nombre al Mesías. Episodios en la vida de David son considerados por los Padres como prefiguración de la vida de Cristo; Belén es el lugar de nacimiento de ambos; la vida de pastor de David apunta hacia Cristo, el Buen Pastor; las cinco piedras escogidas para matar a Goliat son tipo de las cinco llagas; la traición por su consejero de confianza, Ajitófel, y el pasaje en el Cedrón recuerdan la Sagrada Pasión de Cristo. Muchos de los Salmos davídicos, tal y como los comprendemos, desde el Nuevo Testamento, son claramente el anuncio del futuro Mesías.

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